Doris y yo vivimos en un departamento pequeño, no
tenemos perros y somos otras personas. Después de comer le aviso que voy a dar
una vuelta: bajo las escaleras y salgo a un patio de servicio lleno de botes de
basura y cajas metálicas: aunque son como las cuatro de la tarde, el cielo se
ve oscurecido, como si fuera medianoche. A lo lejos se oye una escandalosa
fiesta: horrible música española, gritos; se trata del vecino que celebra sus
cumpleaños. Regreso al vestíbulo del edificio: el conserje, un hombre chaparro y
mal encarado, me abre la puerta de entrada. Salgo por otra puerta a un parque
rodeado de edificios altos. No hay nadie más; el cielo se ve luminoso y empiezo
a sentir un poco de temor. Llega mi amigo Héctor y nos ponemos a platicar; de
pronto volteo hacia arriba y veo un ovni: está muy lejos, cruzando el
firmamento a toda velocidad. Le pregunto a Héctor si lo vio y me dice que no;
le contesto que hay que estar atentos. Entonces veo otro ovni redondo y gris
que pasa girando muy cerca de nosotros: alcanzo a distinguir que es muy grande
y siento que los tripulantes saben que estamos ahí. Le grito a Héctor, él gira
la cabeza pero muy lentamente, y cuando mira hacia arriba el ovni ya se
perdió detrás de los edificios por lo que no alcanza a verlo. Me enoja su
lentitud y le digo que hay que estar atentos pues es “tarde de avistamientos”.
Pasan otros aviones detrás de las nubes; sólo escuchamos el sonido. Luego veo
un avión pequeño que vuela de manera extraña, traqueteante: alcanzo a notar que
es de alguna compañía y que tiene letras verdes y rojas pintadas en el costado.
De pronto el avión acelera y va a estrellarse detrás de los edificios: se
escucha una explosión terrible y vemos el resplandor de la lumbre alrededor.
Corro hacia el edificio donde vivo y al llegar descubro que el conserje ha
corrido todo alrededor persianas largas que me impiden entrar: logro hacerlo a
través de una ranura y subo de prisa las escaleras. Llego a un piso donde está
una pequeña clínica del IMSS: hay muchas personas sentadas y varios
consultorios con enfermeras y secretarias. Me asomo por la ventana opuesta a la
clínica y veo que en el techo de las casas de enfrente está la cola del avión,
desgarrada. Abajo, en la calle hay perros, ciclistas, niños corriendo; pienso
que el resto del avión debe de haber caído más lejos y que seguramente hubo
muertos. Aparecen Laurita y Julián, mis vecinos: también se asoman por la
ventana y me dicen que ese accidente pasó porque no pintaron bien el avión; yo
sé que fue el ovni pero no digo nada… Despierto.
martes, 19 de febrero de 2019
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