lunes, 18 de diciembre de 2017

18 DE DICIEMBRE DE 2017

Estoy a punto de comer en una fonda al aire libre; a mi alrededor hay mucha vegetación. Llega la mesera y me sirve agua de crisantemo en un vasito cúbico: veo que la bebida tiene flores blancas y huele muy bien; la mesera me dice que es cortesía y me pregunta qué quiero comer. Por error le contesto que picadillo, pero lo que en realidad quiero es pasta de coditos fría; ella se dirige a la cocina y yo la sigo para aclarar el error. En la cocina hay mucho ajetreo, la mesera se pierde de vista y yo me quedo mirando las enormes cazuelas de comida que llenan todo de vapor. De pronto estoy en un departamento antiguo de varios niveles: me asomo a la terraza y veo un enorme y amistoso pastor alemán que quiere jugar conmigo. Salgo; el perro me abraza y me lame la cara. Miro por el borde del barandal y veo que estamos en un cuarto piso y afuera están las calles de la ciudad de México en los años 60s. En un extremo de la terraza descubro que hay unas escaleras, lo cual me intriga, pues aunque yo vivo ahí, nunca había visto esa parte del departamento. Al acercarme veo que se trata de una pequeña librería: en las escaleras hay una fila de chavitos de secundaria que van a comprar sus libros de texto. Paso junto a ellos y entro a la librería: hay dos empleados; uno está atendiendo la caja registradora y otro es una especie de anfitrión que les va presentando los libros a los chavitos de secundaria. Veo los libreros: hay muchos ejemplares de la colección Alfaguara Juvenil. Los empleados empiezan a burlarse de mí, pero de manera amistosa. Yo me dirijo hacia otras escaleras secretas que bajan: en las paredes hay vitrinas largas con colecciones de bellísimos animales de plástico; mientras voy bajando, el empleado anfitrión me dice que son "los animalitos de Tobías". Al llegar a la parte de abajo, descubro que estoy en la UNAM: paso por una oficina donde Mario González Suárez está entrevistando a varias actrices para ver si las contrata. La oficina es muy grande y está llena de copas de champán en todas partes: en el escritorio, en los libreros y en las mesas bajas de la sala de entrevistas. Pienso que podría sacar una foto excelente, pues la luz amarilla que se refleja en las copas de champán se ve impresionante, irreal. Busco mi tablet para sacar la foto; entonces me acuerdo que Mario González Suárez me prestó su tablet para jugar un videojuego. De pronto todo cambia: me encuentro en un salón de fiestas vacío; hasta donde alcanza la vista hay enormes mesas redondas con manteles blancos. Yo estoy en una de las mesas tratando de entenderle a los controles de la tablet de Mario: en la pantalla quedó congelada la imagen de un videojuego de acción, pero en el contador de la izquierda veo que se me está acabando la vida, lo cual me preocupa. Quiero cerrar el juego y husmear en los archivos de Mario. En eso llegan Doris, Gina y mi mamá; me dicen que vamos a ir a comer, que si ya estoy listo. Entonces recuerdo que dejé mi comida a medias en la fonda, les contesto que ahorita regreso y entro al escenario de un teatro: en uno de los extremos se ve una puerta que da a los jardines de la fonda donde empezó el sueño. Cruzo y me siento en la mesa de la fonda: veo que hay varios platillos servidos, pero todos están fríos. Llegan unas mujeres hippies un poco desagradables y me dicen que si pueden compartir la mesa conmigo, pues todas las demás mesas están ocupadas… Despierto.

lunes, 11 de diciembre de 2017

11 DE DICIEMBRE DE 2017

Estoy en una oficina de provincia donde me contrataron para trabajar durante una semana. El lugar es extrañísimo: hay decenas de secretarias y hombres de traje que se mueven de un lado a otro por pasillos anchos sin hacerme caso. No sé en qué consiste mi trabajo y eso me preocupa. Intento enviarle un mensaje a Doris, pero en mi celular aparecen números incomprensibles, imágenes de gatos, un reloj redondo y blanco con ojos. Sé que me puedo ir al hotel y que nadie se daría cuenta, pero me parece poco ético. Salgo y camino por un centro comercial. De pronto descubro que estoy en la Mega, y que tengo que comprar pan navideño. En una correa llevo a un pastor alemán enorme que tiene el cuello muy largo y que va olisqueando todo. Llego al estante de los panes: vienen en paquetes de tres, pero yo sólo necesito uno. Para que el pastor alemán no se coma los panes, hago que meta la cabeza en un hueco de la pared. Tomo uno de los paquetes, veo que los panes son como nudos de cuerda; tienen pasas y nueces: se ven riquísimos. El pastor alemán desaparece y entro por una puerta grande: del otro lado hay una casa muy lujosa, repleta de libreros. Miro los libros: hay ediciones antiguas de Shakespeare y Cervantes. Aparece el dueño de la casa: es una especie de conde; usa capa negra y gorro de mosquetero. Me dice que suba por unas escaleras, que en el segundo piso está lo mejor de su colección. Veo las escaleras: le digo que si ahí pusiera un elevador, podría aprovechar las paredes entre los pisos para poner más libreros; él se queda pensativo. Aparece el elevador que propuse: entro. Voy subiendo lentamente; de las paredes tomo un librito: es una edición rara de Jorge Ibargüengoitia. Llego arriba, donde hay una terraza al aire libre llena de estatuas y vegetación, se supone que es el Castillo de Chapultepec. Aparece mi amigo Peter, me dice que quedó de verse ahí con una chava que se llama Sara; le digo que se apure, que no la haga esperar. De pronto suena su celular, Peter contesta y se aleja. Yo me dirijo a una especie de placita rodeada de bancas donde hay personas sentadas, leyendo; en el centro está una enorme mesa de cristal llena de revistas y jarras de agua. Veo que entre los lectores hay varias mujeres muy elegantes de edades diversas; me pregunto cuál de todas ellas será Sara. De pronto, hombres y mujeres interrumpen sus lecturas al mismo tiempo y me miran sonriendo, como esperando que les platique algo interesante… Despierto. 

jueves, 7 de diciembre de 2017

7 DE DICIEMBRE DE 2017

Primer sueño: me encuentro en una habitación esférica que sólo tiene un sillón antiguo y una mesita. Estoy esperando a Ingrid y Magdalena que van a llegar a que les dé una clase de tarot. Pasa el tiempo y no aparecen, así que trato de enviarles un mensaje por mi cel, pero las paredes de la esfera son metálicas y no tengo señal. Entonces veo que Magdalena está en la banca de un parque, leyéndole el tarot a un español. La banca donde están sentados se encuentra a la orilla de una ancha vereda que se pierde en el horizonte: el cielo es gris, hay árboles grandes y mucha neblina. Noto que Magdalena usa un sombrero horrible, adornado con plumas de avestruz que la hacen parecer un plumero. Llega Ingrid a la esfera, viene cargando unos paquetes; se disculpa y dice que me trajo a regalar unos libros. Luego estoy en el balcón de la casa sateluca donde viví de niño: hay una ventana abierta que da a la recámara de mi mamá y mi papá. Entro a hurtadillas por la ventana; mi mamá está viendo la tele, y aunque me ve, no me hace caso. Se abre una puerta y aparece mi papá, quien en el sueño es un famoso científico; me dice que salude a mi hermana. Entra una mujer grande: es una hermana mayor que no conozco, me abraza con fuerza y me pongo a llorar. Luego todo cambia: Doris y yo estamos en la casa; faltan unos segundos para que termine el año y nos sorprende el silencio pues nadie está echando cohetes. Vamos a la cochera: el cielo se ve iluminado por una luz ocre, algo siniestra. Me pongo a caminar como un pingüino y Doris me mira con extrañeza. Cuando salimos a la calle llega un auto convertible y se estaciona en la banqueta de enfrente: el conductor es mi amigo Manolo. Se baja del auto, Doris y yo corremos a abrazarlo; notamos que está muy elegante. Manolo nos dice que viene a la cena de año nuevo de su familia; lo acompañamos a una casa donde se oyen pláticas, risas y música. De pronto sale la mamá de Magdalena (quien en el sueño también es mamá de Manolo), y cuando Doris le pregunta por su hija, nos contesta que ya está durmiendo. Le decimos que traemos regalos: entonces me doy cuenta de que junto a nosotros hay un carrito del supermercado lleno de lociones y jabones finos. Volteo hacia la casa: detrás de una de las ventanas se ven varios antifaces negros y el sombrero con plumas de avestruz de Magdalena… Despierto. Segundo sueño: es muy noche, estoy volando por el Periférico a la altura de Plaza Satélite, voy de norte a sur. Para poder volar, tengo que oprimir una obsidiana redonda que oculto en la palma de mi mano. Voy muy lento y bajo, como a dos metros del suelo. En una parada de camión hay varios turistas gringos con sombreros y camisas floreadas: se me hace raro que estén ahí a esas horas, pues solamente pasan automóviles. Sigo volando: llego a un llano donde acaban de chocar dos coches de carreras. El piloto de uno de ellos está recargado en una llanta muy grande que se safó: es David Lynch de joven. Alrededor del choque hay varios muertos: al acercarme descubro que en realidad están fingiendo y aguantándose la risa, lo cual me causa mucho miedo. Llego a la Comercial Mexicana de Boulevares (ahora Mega): en el sueño la veo como era a mediados de los 70s. En el camellón sobresale la "cabeza" de una lombriz gigantesca: el resto del cuerpo está enterrado y sé que la cola llega más allá de Lomas Verdes. La lombriz está formada de un material gelatinoso de color azul metálico: se supone que es extraterrestre, y que llevaba enterrada millones de años; salió a la superficie por el temblor. No sé si está viva o muerta, pero cuando la toco, vibra. Luego estoy en un túnel en espiral; una presencia me comunica que la civilización de donde proviene la lombriz sigue existiendo aún, y que a continuación voy a ver una de sus ciudades. Al salir del túnel me veo a mí mismo; soy una especie de monigote: uso sombrero plano y traje negro de viejito. Estoy inmóvil. Junto a mí hay un mueble victoriano de mi estatura repleto de cientos de bocas de buzón. Aparece Georgina Montelongo, quien en el sueño es mi maestra de primaria; me dice que cuando yo muera, la Humanidad introducirá por esas bocas sus recuerdos… Despierto.

jueves, 30 de noviembre de 2017

30 DE NOVIEMBRE DE 2017

Nos encontramos Timo y yo en el patio de una vecindad enorme; cada uno está sentado en su sillita con una tablet personal en las manos jugando un videojuego que se llama Kalish: una ruidosa explosión de monstruos aztecas y luces multicolores. En una cocina cercana están Doris y mi mamá preparando el desayuno. Timo se va y yo subo por unas escaleritas de metal. Llego a la entrada de un departamento altísimo: en el tapete de entrada está un perrito muy viejo durmiendo. Miro hacia abajo y siento vértigo; el espacio que separa la escalera de la puerta es como de un metro, y temo que el perrito despierte y se caiga, pero no puedo hacer nada. Bajo y descubro que alguien le hizo un pequeño orificio a mi tablet en uno de los extremos de la pantalla; sospecho que fue una mujer a la que le dicen Arenita, pero no puedo demostrarlo. Camino hacia otra parte de la vecindad: ahora estoy en los edificios de la Jardín Balbuena, que tienen pasillos muy amplios llenos de mesas donde hay maestras y muchos niños desayunando. A mi derecha hay un salón sin paredes donde se ven escritorios llenos de material de dibujo y tableros de ajedrez; pienso en ir a jugar unas partidas con alguien, y entonces veo a un profesor muy serio que está en un sillón leyendo el periódico. Sé que es muy buen ajedrecista y que va a ser difícil derrotarlo. Entonces entro a una parte oscura que va a dar a un jardín de Guadalajara. El jardín es enorme, lleno de árboles y veredas que bajan entre arbustos y bancas metálicas. Es muy temprano y no hay nadie. Llego a la parte donde se encuentran los aparatos de ejercicio: en una especie de camilla hay algo cubierto con una sábana. Al acercarme veo que parece ser un cuerpo; en la sábana están escritos unos jeroglíficos y junto hay un bat de béisbol lleno de sangre. Pienso que es un hombre al que mataron a golpes; luego se me ocurre que a lo mejor se trata de una broma, pero no me atrevo a levantar la sábana. Me alejo con cuidado y decido no avisar a la Policía. Sigo caminando por una vereda que sube y llego a unos edificios que tienen pasillos cuyo suelo está hecho de maya metálica: por los orificios veo que abajo hay mucha gente llegando al jardín: señores elegantes, mujeres serias y niños con sombrero; parece que van a misa. Pienso que no deben toparse con el cuerpo que encontré, pero al tratar de regresar me pierdo en pasillos llenos de ventanas que terminan abruptamente y dan al vacío. Paso junto a la ventana de un baño: detrás del cristal opaco se ven unos floreros y una pila de jabones… Despierto.

lunes, 27 de noviembre de 2017

27 DE NOVIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en una recámara secreta que tiene una repisa repleta de joyas. Miro las joyas: son pendientes y dijes victorianos. Tomo un corazón grande de cuarzo blanco pero veo que no tiene cadena, así que le pongo la cadenita dorada que le quito a una tortuga de plástico. Me subo a un banco y miro por encima de la repisa: hay varios muñecos de cartón; son como hombres de los 40s, usan sombreros y están muy tristes. Pienso que representan la soledad absoluta; que si toda la gente desapareciera, estos muñecos no tendrían razón para existir y que estarían quietos y callados hasta el fin de los tiempos. Suena la música de Twilight Zone, aparece un Godínez gordito: es una especie de maestro de ceremonias que representa a los muñecos y me dice que acaban de regresar de un viaje a las Bahamas y por eso se ven amarillos. Luego todo cambia: estoy en un patio horrendo y vacío; se siente como si fuera la parte olvidada de una cárcel. Aparecen unos gatos muy malos que corren en círculos; están llenos de arañazos y cicatrices. Una voz en off dice que los hombres solitarios que han sido atacados por tiburones, después del ataque se vuelven bastante sociables... Despierto. Segundo sueño: una casa que no es mía; en la cochera, unas señoras les dicen a varios niños muy pequeños que se vistan de botargas para hacer el "baliable de las flores". Se abren las puertas de la cochera: afuera hay puestos de kermes donde se venden flanes, galletas y aguas frescas; las personas que están comprando entran con curiosidad a ver el bailable. Una veintena de jóvenes y muchachas se cuelan a hurtadillas al interior: aunque no conozco al dueño de la casa, sé que mi deber es protegerla, así que sigo a los intrusos sin que me vean. Suben en fila por una escalera y se meten a una recámara grande donde está un Ricardo barbón: es el profesor y les comienza a dar una clase sobre Existencialismo. Entro y les pido que por favor salgan de la casa, pero no me hacen caso y siguen escuchando al otro Ricardo. Salgo y cierro la puerta con llave. Desde un rincón de la casa miro hacia la recámara que tiene paredes de cristal: la clase se desarrolla en calma; los alumnos están sentados en el suelo formando un círculo. Sé que si el dueño de la casa descubre que dejé entrar a los jóvenes va a decepcionarse, así que busco la manera de sacarlos: pienso en echarles humo o agua. Entonces me doy cuenta de que todo es un sueño y que tengo que descifrarlo: pienso que el otro profesor soy yo y que el resultado de todo dependerá de si les echo humo o agua. Exploro la casa; sé que ya la he soñado antes: es muy grande y está llena de escaleras y pasillos muy enredados como si fuera un laberinto. Se hace de noche. Me acuesto en la alfombra, entre dos columnas que están junto a una pared de cristal; desde ahí veo cómo salen los alumnos de la clase. Trato de no moverme para que no me vean: lo único que quiero es que ya se vayan de la casa y que todo vuelva a la "normalidad". Entonces dos de las muchachas me descubren en el suelo y empiezan a murmurar, asombradas. Yo me pongo a volar a pocos centímetros de la alfombra y me voy planeando por toda la casa, convertido en un gigantesco ajolote chino; las muchachas me siguen alarmadas. Doy varias vueltas para perderlas y llego otra vez a la cochera, donde hay mesas llenas de platos desechables y los restos de las botargas que usaron los niños para el "bailable de las flores"; unas señoras barren todo con unas escobas de ramas… Despierto.

lunes, 6 de noviembre de 2017

5 DE NOVIEMBRE DE 2017

Estoy afuera de una casa de los años 60s que tiene dos pisos y un pequeño jardincito; son las seis de la mañana. Sé que en el interior de la casa se esconden los Beatles, pero al tratar de verlos por las ventanas descubro que todas las habitaciones están llenas hasta el techo de tambores, penachos, mapas y otros objetos viejos. Pasa por la calle mi amigo de la prepa Alejando Toriz e intenta venderme unos ábacos incas; me dice que con ellos puedo descifrar los misterios. Miro los ábacos: son unas ruedas llenas de hilos y cuentas de chaquira. Vuelvo a asomarme a la casa: pongo la boca en una cerradura y empiezo a llamar a Ringo. Aunque no lo escucho ni lo veo, sé que Ringo les dice a los otros Beatles que guarden silencio y que no se muevan; están todos apretujados en un clóset. Aparece Doris y me dice que nos vayamos de ahí, que los Beatles están en otra parte… Despierto. 

lunes, 23 de octubre de 2017

23 DE OCTUBRE DE 2017

Primer sueño: nos encontramos mi papá y yo en su recámara viendo la tele; con nosotros está Vero mi hermana, pero en el sueño tiene nueve o diez años. Estamos viendo un documental experimental dividido en varias secciones; cada sección es una recámara vacía donde se escenifican historias diversas: hay una sección de gánsters, otra de niños africanos que comen leones, otra de astronautas. En la azotea se escuchan unos plomeros que están arreglando el tinaco. Bajan los plomeros y nos dicen que ya terminaron; se sientan en el suelo con nosotros a ver la tele. El líder de los plomeros es Tato, un gordito de lentes que era nuestro vecino cuando éramos niños. Me levanto y les digo a todos que ahora me dedico a dar clases de historia de las animaciones y que voy a pasarles unas muy buenas; mi papá me mira con curiosidad y entonces recuerdo que ya murió y que él no se enteró que doy estas clases. Aparece una pantalla muy grande enfrente del televisor y empieza una animación donde dos jabalíes psicodélicos brincan por un campo multicolor; la música de fondo es un jazz bastante extraño. Luego todo cambia: estoy con Doris en un elevador enorme; se trata de una especie de jaula exterior que recorre la ciudad. Junto a nosotros hay mucha gente fea, todos vamos de pie. El elevador hace suaves movimientos verticales y horizontales: afuera se ven calles chuecas, edificios en ruinas, coches estacionados llenos de cuervos. El elevador se atasca y se abren las rejas: tenemos que salir a una zona de la ciudad que no conocemos, hay varias señoras de rebozo que cargan canastas. Aparece nuestra amiga Elena y nos dice que ella vive por ahí, que vayamos a su casa. Luego estoy yo solo, asomándome por una de las ventanas de la redacción del periódico Excelsior donde soy reportero. Le llamo por teléfono a mi tío Lalo, a sabiendas de que está prohibido hacer llamadas personales. Mi tío Lalo me contesta y finge la voz para que crean que la llamada tiene que ver con el trabajo: entonces me doy cuenta de que en realidad estoy hablando con Vicente Leñero. Una voz en off me dice que tengo que ir urgentemente a Calera, Zacatecas (el pueblo donde nació mi mamá) a hacer un reportaje. Aparece en el sueño una gruesa barda amarilla de adobe: en la parte superior sobresalen varios magueyes que son en realidad los pelos de un gigante dormido… Despierto. Segundo sueño: estoy en una oficina de la colonia Roma, acabo de arreglar una fotocopiadora y tengo que bañarme. Alrededor hay jefes y secretarias caminando de prisa entre los escritorios; cuando les hablo, no me contestan. Al fondo está nuestro amigo Edgar, "el Lobo", arreglando unas computadoras. Entro al baño: una mujer cuya casa fue destruida por el temblor acaba de bañarse y dejó tapado el desagüe, de la regadera cuelga su vestido, bastante folklórico. Destapo el desagüe, el agua es gris y me da asco: al abrir la regadera para enjuagarme la mano, el vestido se moja. Luego estoy en el pequeño gabinete de un restaurante lujoso donde Doris y otra presencia que no reconozco me esperan para desayunar. Cuelgo el vestido mojado de una percha, de su interior salta un perrito diminuto que empieza a jugar encima de la mesa. Mientras miramos el menú, llega Marychuy y nos dice que tenemos que ver una serie de anime que acaban de estrenar: se enciende una pantalla y aparecen los créditos iniciales del segundo episodio. Marichuy nos dice que no importa que no hayamos visto el episodio anterior pues la historia en realidad empieza ahí: se trata de una carrera de autos; el héroe de la serie es Torombolo, cuyo auto es una cama. Me llama la atención que los japoneses hayan tomado a ese personaje gringo para hacer un anime. De pronto la carrera de autos se convierte en un cuento de hadas: hay varias partes algo abstractas y al final una escena donde dos niñitos son llevados en brazos a través del bosque por el Hombre Calabaza y un zorro anciano. Se supone que estos dos personajes son los enemigos, pero yo siento una enorme simpatía por ellos. Yo lo miro todo desde el punto de vista de los niñitos: el zorro y el Hombre Calabaza nos depositan en un claro del bosque para luego transformarse lentamente en una máquina de vapor. Al fondo se ve el contorno negro de los pinos, la luna llena y un cielo azul eléctrico lleno de estrellas. Hace frío. Hombre calabaza y zorro se congelan: primero sus manos esqueléticas y luego toda la máquina se transforman en cenizas blancas que se esparcen hasta hacerlos desaparecer por completo, lo cual me causa una enorme tristeza pues sé que también es el fin del mundo… Despierto. 

viernes, 13 de octubre de 2017

13 DE OCTUBRE DE 2017

Primer sueño: es de día, voy caminando por los andadores de la Jardín Balbuena y descubro que están construyéndose muchas torres. Son torres altísimas, de diversos tonos de azul y están hechas de plástico. Llego a un prado entre dos casas: del otro lado hay un camión de donde bajan unos albañiles con cascos, colocan una plancha de cemento en el pasto  y  en unos cuantos segundos brota una de las torres que sube veloz hasta las nubes como si fuera una planta. Calculo que cada torre tiene por lo menos cincuenta pisos. Sigo caminando, me doy cuenta que conmigo va mi amigo Edgar "el Lobo" y Lolita, mi perra; llegamos a la entrada de una de las torres. Pasamos a un enorme vestíbulo de techos muy altos y lleno de gente; las paredes están tapizadas de pantallas donde aparecen cifras y letreros; en un rincón hay un espacio con juegos infantiles y varios triciclos volcados. Hay varias tiendas de ropa, papelerías, locales en renta con cartulinas de colores fosforescentes. Suenan voces en lo alto, zumbidos: el ambiente se siente como el de un aeropuerto enloquecido. Me preocupa que con tanta gente viviendo en la colonia se vaya a acabar el agua. Llego a un mostrador donde hay tres bell boys jóvenes y peludos que parecen changos; les digo que mi tía quiere comprar un departamento, que si me dejan pasar a ver cómo son. Los bell boys me levan con su jefe: es igual a ellos pero mide el doble y está detrás de una barra alta. Hace gestos ridículos y me señala unas escaleras mecánicas ocultas detrás de una pared. Cargo a Lolita; conforme subimos, se ven abajo pasillos de cristal repletos de niños y adultos que se mueven como hormigas. Llegamos a una parte alta donde hay una pileta de agua muy sucia: en uno de los bordes hay alguien que al vernos salta hacia el agua. Me asomo a la pileta, quien saltó es ahora una especie de caballito de mar lleno de hilos y espinas que nada retorciéndose entre burbujas verdes que me dan mucho asco. Lolita escapa de mis manos y salta al agua; voy tras ella y me lleno de lodo: al sacarla veo que está toda enlamada y pienso que ahora tendré que raparla. Luego estamos en el interior de uno de los departamentos; con nosotros también está Doris. Hay una especie de fiesta familiar: en la cocina hay varios televisores encendidos y unas señoras que preparan cazuelas de mole y otros guisos. Caminamos entre personas que nos ignoran; llegamos a un pasillito y entonces aparecen Laura Franco y Enrique Bernal, amigos de tiempos de la secundaria. Laura dice que vayamos a uno de los baños donde hay más privacidad; que nos va a contar un cuento de Jung (en la vida real, Laura es terapeuta). El baño es muy grande y tiene una tina llena de agua; Laura comienza a hablar. A media plática, se abre la puerta y entra un robot gigantesco y bonachón: es el papá de Laura que quiere usar el baño, así que tenemos que salirnos… Despierto. Segundo sueño: estamos Doris y yo desayunando en un restaurante de Puebla, llega Gilberto a darnos unos libros y le invitamos café. A un lado del restaurante hay una tienda de artesanías: en uno de los estantes hay varios libros empaquetados en bolsas de plástico y colgados en ganchitos; cada libro cuesta un peso. Descubro que sólo hay dos títulos diferentes, repetidos decenas de veces: El retorno de los brujos y Los albañiles de Leñero. Decido comprarlos todos, pero entonces Gilberto me dice que le deje la mitad para venderlos. Luego todo cambia: estoy yo solo frente a un puestito de pelis piratas. En una pantalla están pasando un corto animado que nunca he visto: se trata de un extraño video musical donde una mujer negra baila y toca las maracas; junto a ella cantan unas jirafas. El estilo de los dibujos me recuerda al de Sylvain Chomet. Veo que el corto dura menos de dos minutos y decido ponérselos a mis alumnos de Narrativas en una clase sorpresa. Luego estoy tras mi lap grabando un dvd con varias animaciones musicales en miniatura: ninguna pasa de dos minutos. Al tratar de agregar el corto que acabo de ver, noto que hay un segundo que se pierde: en el sueño ese segundo es una rayita de colores que parece una aguja de hielo, lo cual me parece muy extraño. Sigo intentando que el corto quede completo, pero entonces todo cambia y estoy en el comedor de la casa donde viví de niño, acomodando en una caja de cartón las hojas onduladas de un horrible adorno navideño viejísimo… Despierto. 

lunes, 9 de octubre de 2017

9 DE OCTUBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en casa de mi mamá, tengo como 17 años. Llega una mujer a preguntar cuántas personas viven ahí; yo me oculto en un pasillo y empiezo a hacer ruidos de chango con la boca. Mi mamá le contesta a la mujer, pero no oigo lo que dice. Luego estoy en la orilla de una carretera solitaria: es muy noche y hace frío. Mi amigo Timo sale de unos arbustos, dice que está viviendo en la selva y saca unos chocolates de su mochila; después abre los brazos y me enseña su disfraz: se trata de un "topoch" (un costal convertido en túnica). Llega una patrulla y se estaciona frente a nosotros; tras ella hay varios autos lujosos y antiguos. Un hombre viejo y distinguido baja la ventanilla de uno de los autos y le da a Timo una carta donde dice que son miembros de un grupo exclusivo de escritores, entre los que están Mónica Sánchez Escuer y Tania Campos. En esos momentos recuerdo que Doris me encargó conseguir una buena serie policíaca. Volteo hacia la patrulla y veo que en el interior están los Rolling Stones: se ven muy jóvenes y todos visten uniformes de policía; se supone que son los protagonistas de una famosa serie de los 70s que no hemos visto. Luego todo cambia: es muy temprano, Doris y yo estamos en la gerencia de un hotel donde trabaja Antonio Lupián. El gerente es un hombre gordo y chaparrito, muy amable: nos dice que esperemos ahí, que Lupián llamó avisando que viene en camino. Aparece la imagen de un trolebús; desde una de las ventanillas, Lupián mira la ciudad: es NYC en los años 50s, hay muchos edificios caídos por el temblor. Doris y yo pasamos al restaurante a desayunar: el gerente se acerca y nos dice que pidamos lo que queramos, que es cortesía del hotel. De pronto empiezan a moverse los candiles que decoran el restaurante: cuando volteo hacia arriba, descubro que son los aretes de unas orejas gigantes… Despierto. Segundo sueño: hojeo el libro de un caricaturista antiguo donde hay escenas navideñas hermosísimas. Entre los personajes reconozco a Lilo y Stitch, pero dibujados como art nouveau. Empiezo a sentirme muy triste, pues sé que nunca voy a poder vivir una navidad antigua; entonces me doy cuenta de que estoy en el patio de una vecindad mexicana. Llega Doris y me cuenta que Frida Kahlo murió rodeada de políticos que ya querían que se callara pues estaba diciéndoles sus verdades. Luego estamos Doris y yo en el metro, que corre muy veloz; aunque el vagón está casi vacío, vamos de pie. Cuando llega a la estación, el vagón abre la compuerta: para nuestra sorpresa, se trata de toda la pared lateral. Afuera se ven anuncios luminosos que me deslumbran… Despierto.

martes, 26 de septiembre de 2017

26 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: un sótano vacío y muy grande bañado por una luz  blanca e irreal; en el centro hay una tornamesa antigua donde estoy programando música. Decido poner el Stand Up de Jethro Tull, veo a detalle la aguja hacer contacto con el disco y oigo la voz de Ian Anderson, quien dice algo sobre el sismo. Pienso que si vuelve a temblar voy a quedar atrapado en ese sótano. Luego veo a un hombre calvo; usa lentes y tiene como 70 años. En el sueño sé que hay sospechas de que ese hombre pertenezca al KKK; de pronto, en un círculo nebuloso que flota, aparece la imagen de su esposa: es negra y está ciega. El hombre se dedica a instalar aparatos de espionaje; mientras está sentado en una silla, una mujer en bata lo señala furiosa y le grita cosas que no se oyen. Por una ventana veo a un muchacho revolucionario y copetón bajar del coche de su papá: camina por una calle y entra al recinto donde se encuentra el hombre calvo, empieza a gritarle y a querer golpearlo, pero llegan unos marineros y se lo impiden. Alguien canta: "lero, lero, marinero". El hombre calvo sigue en su silla, quieto: aparecen unas bailarinas de ballet haciendo figuras frente a él. Otra vez se acerca la mujer en bata pero esta vez sólo se le queda viendo. Luego todo cambia: estoy en un salón lleno de desconocidos, ignoro qué hago ahí. Alguien me recuerda que tengo que dar una clase sobre animaciones, así que empiezo a buscar al encargado de instalar el equipo de proyección. Hay una ventana por donde entra mucha luz, les digo a unas mujeres que cierren las cortinas: cuando lo hacen, veo que aún entra luz. Una alumna que no conozco me dice que no soy Platón pero no entiendo qué significa. En una pantalla aparecen animaciones rusas de un zorro… Despierto. Segundo sueño: vuelo alrededor de un castillito moderno, su arquitectura es exquisita y algo barroca. Miro el castillito desde varios puntos; tiene muchas torres y antenas. Me detengo, volando, frente a una hilera de ventanas: en el interior se ve una basta y ordenada biblioteca iluminada por luces amarillas muy tenues. Sé que nadie ha abierto esos libros en décadas, pese a que todos los días una doncella les sacude el polvo. Luego estoy en un lugar muy extraño, una presencia me dice que es un zoológico. Aparece una superficie cuadriculada donde veo formados muchos animales de plástico: hay antílopes, renos, osos; llega mi hermana Vero y me dice que lo único que vale la pena son los changos. Entro a un salón largo y oscuro: en uno de los extremos hay un cristal; del otro lado se supone que viven los changos. Trato de distinguirlos, pero sólo noto neblina muy espesa y ramas que parecen estar sumergidas en agua; me da un poco de miedo que de pronto se aparezca la cara gesticulante de un simio. Luego salgo a un pasillo largo, llego a unas enormes escaleras circulares y entonces sé que estoy en una universidad lujosa: abajo se ve una explanada por donde caminan alumnos en grupos y unos profesores japoneses. De los altavoces surge una voz femenina y circense que va a presentar a los changos. Miro hacia arriba: donde antes estaban las escaleras circulares aparece un cilindro de cristal donde se supone que viven los changos, pero otra vez no se ven pues la neblina lo cubre todo. Pienso que a lo mejor los changos son alienígenas y que el cilindro es una nave… Despierto

domingo, 24 de septiembre de 2017

24 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Estoy en una sala de proyecciones de una universidad que no conozco: un grupo de imitadores de los Beatles se prepara para tocar. Hay mucha gente: algunos llegan a ocupar los pupitres, otros se quedan de pie. Los imitadores de los Beatles pasan al frente del salón y empiezan a tocar "It won’t be long" a todo volumen; son seis y no cuatro: todos se parecen a George Harrison. En el pizarrón que está detrás de ellos hay dibujos y fórmulas. De pronto estoy debajo de un escritorio pues está temblando, frente a mí hay unas secretarias que platican y comen papitas; me llama la atención que no se ven asustadas… Despierto. 

martes, 19 de septiembre de 2017

19 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Estoy en el departamento de la colonia Álamos donde viví varios años: cortaron la luz y todo está lleno de telarañas. En la mesa de la sala hay una presencia dormida, no sé quién sea pues está tapada con una cobija pero sé que no debo despertarla. Mario González Suárez me llama por teléfono para decirme cómo quedaron mis horarios de la Escuela Mexicana de Escritores: voy a dar ocho horas semanales de clase a un nuevo grupo. Por el auricular escucho el desmadre de los alumnos y me alejo con todo y aparato telefónico de la presencia dormida pues son muchos los gritos. Doy un paso y llego al comedor de la casa donde viví de niño: me sorprende que se junten dos tiempos y dos espacios. En el auricular ahora se escucha a Joana Medellín cantando arias militares: arranco el cable del teléfono para que la presencia dormida no despierte, pero aún así el canto continúa. En eso llegan al departamento un grupo de personas, entre los que recuerdo a Magdalena, Fernando Cárdenas y Angélica Santa Olaya, quien viene acompañada por una hija joven que yo no conocía; vienen todos a desayunar, pues yo los había invitado y no me acordaba. Santa Olaya se pone a criticar la oscuridad y las telarañas; yo la invito a que pase al estudio donde guardo los libros. En la sección de poesía están varios tomos de una poeta africana de ciencia ficción: son muy gruesos y en los lomos hay escenas de elefantes y jirafas que se mueven; Santa Olaya queda sorprendida de que me guste esa poeta. Le enseño mis primeras ediciones de Tario; luego platicamos y ella me dice que su hija estudia teatro y que es muy buena: al final les regalo el Equinoccio de Tario y Angélica Santa Olaya me corresponde con un ejemplar autografiado de su último libro. Luego todos se van y yo me asomo al hueco que hay entre los libreros y la pared: está lleno de polvo y basura, pero en el extremo más lejano brilla un gato egipcio de cristal. De pronto recuerdo que esa habitación solía estar habitada por un espectro. Me tranquiliza pensar que el gato de cristal lo espantó, pero en eso logro percibir al espectro: está oculto en una esquina del techo, hecho bolita y convertido en estambre, lo cual me da mucho miedo. Aparece Liliana Bretón y me dice que no me preocupe, que me vaya a vivir al campo. Luego estoy en medio de una pradera llena de arbustos pequeños y partida en dos por una veredita; a lo lejos se ve un bosque de árboles muy altos. Llega una gallina gris: empieza a picotear alrededor mío, la tomo con las manos y veo que no pesa casi nada. Inflo suavemente a la gallina, la suelto y empieza a flotar como un globo para luego volver a caer en el pasto donde sigue picoteando. Aparece una especie de topo que comienza a olisquearme; luego un pavo real hembra que se esconde detrás de un arbusto y se abanica con un ala. De los árboles surge un pavo real macho que vuela como una flecha por todas partes: también hay unos animalitos extraños, entre reptiles y mamíferos, que se arrastran lentamente entre las piedras. Yo me alejo de la pradera caminando de espaldas, mientras admiro el movimiento coordinado de todos los animales; el topo me sigue y repega su nariz a mis piernas. Entonces llego cerca de una línea transparente que divide la escena: de un lado está la pradera y del otro una avenida de La Florida, Naucalpan. Me acuesto en el pasto y ruedo hacia la línea, hasta quedar con medio cuerpo en la pradera y medio cuerpo en la avenida donde hace mucho sol y es domingo. El pequeño topo se acuesta junto a mí y me pongo a hacerle cosquillas hasta que se convierte en un perro: sé que a Doris le va a dar mucho gusto que lo adoptemos… Despierto. 

lunes, 18 de septiembre de 2017

18 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: tengo que compartir una habitación de hotel con alguien que no conozco; nos asignan una suite enorme con muchas camas. Estoy en uno de los sillones de la salita de la suite, leyendo; llega mi compañero: es alguien muy parecido a mí pero se ve borroso. En la suite de junto se oyen los cuchicheos de unos niños y una señora que los calla. Le digo a mi compañero que si quiere puedo llevarle su equipaje a la mejor habitación de la suite, luego camino por un pasillo de cristal desde donde se ven jardines y fuentes iluminados por luces de neón. Llego al final de un montecito donde hay una cúpula: en el interior se ve una cama enorme con maletas abiertas encima; también hay zapatos de hombre y de mujer tirados en una alfombra. Regreso por el pasillo: a mi alrededor hay explosiones de agua. Entonces veo que se acerca Jorge Llaguno acompañado de varias personas que lo escuchan con atención: aunque no lo escucho, sé que les está explicando algunas teorías sobre la verdadera naturaleza del universo. Luego todo cambia: estoy en la iglesia de Boulevares donde hice mi primera comunión: voy a rezar por mí y por Doris. Cuando entro, descubro que se trata de la recepción de un hotel antiguo. Hay una sección donde venden revistas: empiezo a hojearlas y aparece una bruja chiquita; me dice que esas revistas son malísimas. El hombre de la recepción me mira feo, así que decido comprar La Jornada: en el encabezado hay unas imágenes del disco Lizard de King Crimson; no sé si se trata de un anuncio o qué, pero me parece rarísimo. En una parte del hotel están Gina y Alberto platicando con unos psicoanalistas yuppies: me les acerco y les enseño el periódico, aunque sé que la única que tal vez conozca el disco sea Gina. Uno de los psicoanalistas yuppies me arrebata el periódico y me dice que quiere tener ese disco a como dé lugar; luego empieza a caminar a grandes zancadas hacia la zona de tiendas. Lo sigo; en el camino él me cuenta que es muy fan de Mr. King. Lo corrijo, diciéndole que se refiere a Mr. Bungle; él dice que no: Mr. King, un rapero. Sé que si compra el Lizard no le va a gustar, pero ya estamos en la tienda de discos y él está hablando con una de las empleadas. Miro la tienda: es curva como el interior de un platillo volador; en los altísimos estantes hay Lps de jazz con portadas exóticas, pero también cajas de cereales y juguetes. Aparece Doris y dice que nos acaban de pagar, que compremos unos discos de Editorial Atalanta... Despierto. Segundo sueño: estoy en la casa donde viví de niño; mi mamá me informa que acaba de comprar un tocadiscos nuevo: es blanco, muy pequeño y lo acomodó en una repisa de su recámara. Le digo que hay que ponerlo en la sala para que podamos usarlo todos; al bajar las escaleras veo que hay un fonógrafo descompuesto tirado en el piso. Luego todo cambia y estoy con Doris en la Comer donde tenemos que comprar pescado para los invitados de la cena. Vamos formados en una fila muy larga; sin querer tiro un chocolatito y un muchacho con uniforme de secundaria y su novia empiezan a regañarme. Les digo que se callen y en ese momento descubro que el suelo está lleno de mazapanes, pulparindos y otros dulces pisoteados. Doris ya no está; voy a buscarla y me la encuentro sentada junto a la puerta de una bodega acariciando a un pequeño pingüino: me dice que está moribundo y que hay que tratar de salvarlo. El pingüino es blanco y hace gestos ridículos. Voy a la sección de pescados y mariscos a preguntar quién puede ayudarnos: detrás del alto mostrador hay varios empleados, hombres y mujeres, vestidos de blanco. El empleado líder habla, pero como tiene la boca toda chimuela no entiendo nada de lo que dice. Regreso con Doris, me explica que un hombre ya se llevó al pingüino para curarlo en su casa. Entonces aparece la imagen del hombre: es un pandillero, usa chaleco, sombrero negro y está montado en una motocicleta; frente a él se ve una autopista recta que cruza el desierto de Australia. El hombre arranca su moto: a ambos lados se ven dos camionetas grandes llenas de chicas en bikini que, emocionadas, le mandan besos. Para lucirse con las chicas, el motociclista se detiene, saca una pistola, arroja un pentáculo de metal al suelo y empieza a dispararle. Entonces el sueño regresa a la Comer: Doris me dice que arrestaron al motociclista y que tengo que ir a su guarida a rescatar al pingüino. Busco la guarida en el mapa: es en Boulevares, la colonia donde viví de niño. Luego estoy en nuestra casa actual: sé que Diana (la veterinaria de nuestros perritos) va a curar al pingüino, pero como no ha llegado tengo que guardarlo mientras en el refrigerador, a riesgo de que se coma las granadas y el relleno de los chiles en nogada que hizo Doris… Despierto.

jueves, 14 de septiembre de 2017

14 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: Doris y yo vamos en una camioneta; nos acompaña nuestra amiga María Islas y un grupo de desconocidos. Estamos recorriendo el campo de Michoacán: alrededor se ven vacas pastando y pinos largos. Nos metemos a una vereda lodosa, la camioneta se atasca y tenemos que bajarnos para poner unas tablas y poder seguir avanzando. En lo alto de una loma pasan camiones lentos, gritamos para que nos ayuden pero nadie nos oye. Luego estoy en la cocina de mi mamá: hay invitados a comer y tengo que preparar una jarra de limonada. Busco entre montones de trastes sucios: todas las jarras están llenas de agua. Junto al fregadero hay un filtro de agua chorreando. Le digo a mi mamá que el agua se está tirando, ella dice que lleva así varios días pero que no ha tenido tiempo de llamarle al plomero. Interrumpo la elaboración de la limonada y salgo a llamar al plomero que vive en la casa de enfrente (lo cual no es cierto en la vida real). Luego todo cambia: Doris y yo somos niños y estamos acostados en la alfombra de casa de su mamá: nos dormimos al mismo tiempo y comienzo a soñar. En el sueño hay un ratón tipo Mickey Mouse corriendo por un pasillo angosto de paredes muy altas: llega a una encrucijada y se le aparecen tres objetos con patas, manos y cara que empiezan a perseguirlo (una pala, una aspiradora y un rastrillo de jardín). Despierto y veo que Doris también despierta: le pregunto que soñó y me describe el sueño que acabo de tener. Nos ponemos a gritar de gusto; entonces me doy cuenta que estamos abajo de un enorme arbolito navideño repleto de adornos, luces y esferas… Despierto. Segundo sueño: nos encontramos Doris y yo en un restaurante al aire libre; nos acompañan Itzeel, Enrique y otros que no recuerdo. Tengo que hacerle una llamada telefónica a mi amigo Manolo, pero cada vez que lo intento me contestan diferentes personas que no lo conocen. Me aparto de la mesa donde estamos y camino por una calle encharcada: en el suelo hay una hormiga muy veloz que carga una hoja de colorín; cuando pasa entre mis pies, se convierte en una araña. Comienza a llover. Mientras sigo llamándole a Manolo, rodeo un volkswagen blanco que está estacionado: una mujer me contesta pero no me escucha. Entonces veo que la mujer que me contestó el teléfono está sentada en el asiento del copiloto del volkswagen: es una señora mayor muy arreglada y algo siniestra. Me asusto y regreso corriendo con Doris y los demás: acaba de llegar un muchacho al que todos quieren y admiran: se llama Tony y nunca lo había visto. Él está hablando de su vida universitaria y todos lo escuchan con atención. Lo interrumpo para que me diga si yo sigo inscrito en la escuela y él me dice que no, pero que no me preocupe, que eso no tiene la menor importancia… Despierto. Tercer sueño: hay un espía muerto en una sala; yo y otros hombres lo estamos velando. El ambiente es tétrico, levemente apocalíptico. Las paredes de la sala son de cristal: afuera se ve una ciudad oscura y amenazante. Se supone que el espía fue un hombre célebre y tenemos que hacerle un homenaje para que nunca lo olviden; de unas escaleras baja lentamente Óscar Luviano, quien en el sueño es una especie de sacerdote. Rodeamos al espía, los otros hombres son más viejos que yo: todos vestimos de negro, a excepción de Luviano que va de blanco. Entonces sale un tren disparado hacia el cielo, cruza el espacio y en ese momento sé que después de la muerte, la vida continúa hasta el infinito... Despierto.  

martes, 12 de septiembre de 2017

12 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: es muy temprano y voy caminando por unas calles desconocidas de la colonia Roma; alrededor hay muchos árboles cargados de pájaros que cantan. En las escaleritas de un lujoso edificio encuentro una revista muy grande: la paro en el suelo y me llega al mentón; al revisar las páginas veo varios anuncios de los años 50s y un artículo con fotos sobre los Xochimilcas que me interesa mucho. Cargo la revista a mis espaldas y empiezo a caminar. Paso por un camellón lleno de bancas; en una de ellas están Alberto Buzali, Sophia Barba y Nancy Michell comiendo sándwiches; al verme me saludan con gusto (en el sueño, Sophia y Nancy son hijas de Buzali). Sigo caminando: más adelante, en otra banca, están mis actuales alumnos de la Escuela de Escritores, leyendo libros. Descubro que en la portada de la revista hay una foto de Jaime Sabines; como no quiero que los alumnos crean que me gusta Sabines, barajeo las hojas para que queden a la vista las fotos de los Xocimilcas. Cuando estoy pasando frente a ellos, me doy cuenta de que lo que en realidad se ve es el anuncio a página completa de un taller automotriz que muestra a una mujer gorda con muy poca ropa. Me da un poco de pena, así que me oculto detrás de la revista esperando que no me hayan reconocido. Entonces me asomo por el borde de las páginas: mis alumnos están corriendo en tropel hacia el horizonte: a lo lejos se ve una montaña coronada de nubes. Enfoco la mirada: entre las nubes hay un enorme platillo volador que apenas se distingue; parece un ser orgánico y me da mucho miedo. De pronto aparecen en la revista los diez mandamientos, pero escritos en jeroglíficos alienígenas… Despierto. Segundo sueño: me encuentro en una reunión con varios amigos de los grupos Facebook de rock progresivo; todos están sentados en una confortable salita. Yo lo miro todo desde la parte alta de una litera: los demás me dijeron que me fuera ahí para que no echara desmadre. Junto a mí está mi perrita Frida, pero de bebé. Entre los invitados reconozco a varios: Juan Bobadilla, Ben Ponce, Jacovich Gma y Eduardo Gómez Espinoza quien pone en un tornamesa el Selling England by the Pound para su análisis y discusión. Bajo de la litera y paso a una bodeguita para llamarle por teléfono a Doris; desde una ventana redonda se ve la casa de la vecina de enfrente, pero totalmente en ruinas. Regreso a la reunión, Eduardo está repartiendo unos enormes platos de sopa de verduras: se supone que es un platillo típico inglés y que hay que comérnoslo mientras escuchamos el disco. Subo a la litera; aunque la sopa está riquísima es mucha para mí, así que saco algunos cubitos de papa del plato y se los doy a Frida. De pronto el sueño cambia y estoy en la parte trasera de un automóvil grande: miro el espejo retrovisor del parabrisas y descubro que quien maneja es mi amigo Timo. Me dice que acaba de rentar el auto y que vamos a revisar las ruinas que se descubrieron en la casa de la vecina de enfrente (las últimas semanas ha habido albañiles en la casa que está casi enfrente de la nuestra). Luego estamos Timo y yo bajando unas escaleritas de metal que dan a una excavación: alrededor hay albañiles con palas y mujeres que cantan mientras acarrean cubetas llenas de tierra… Despierto. 

lunes, 11 de septiembre de 2017

11 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estamos en el campo, Doris acaba de encontrar varias tejas llenas de jeroglíficos. Recargamos las tejas en una pared de tierra, debajo de un árbol; Doris dice que necesitamos que alguien las traduzca. Aparece un hombre viejo, usa sombrero y huaraches; nos dice que su sobrino puede traducir las tejas, pero que fue por unos tamales. Al poco rato aparece el sobrino por una vereda: es un señor gordo que parece niño; trae en la mano una bolsa llena de pañales. Me sorprende haber confundido la palabra "tamales" con la palabra "pañales". El sobrino revisa las tejas y dice que nos cobra $1,800; Doris dice que está bien: a mí me parece mucho, pero no digo nada. Entonces vemos a mi tío Eduardo detrás de un mostrador; dice que él puede conseguir quién nos haga la traducción por $1,200. Luego todo cambia: me encuentro en un baño muy pequeño cuya pared está llena de cuadros. Veo un diminuto rombo que tiene la acuarela de un corazón con alas que me parece muy cursi. Saco un plumón y le pinto cara al corazón; luego le agrego un sombrerito con flor, pelo largo y un par de piernas con medias y liguero. Alguien toca la puerta. Temiendo que sepan que fui yo quien modificó el rombo, decido guardármelo debajo de la chamarra para que no lo vean. Luego voy huyendo por el centro de Tlaxcala (viví un tiempo ahí a mediados de los noventas). Es medianoche y las calles están vacías. Corro por una avenida ondulada, me siguen unos policías en su patrulla. Entro a una casa grande: recorro recámaras largas donde duermen señoras encobijadas hasta la cabeza; aunque veloz, voy de puntitas para no despertarlas. A mi paso tengo que esquivar sillas de ratán y jaulas con gallinas; en una ventana hay unos niñitos riéndose que me dan mucho miedo. Salgo a una especie de patio, de ahí paso a un estudio de grabación donde está Doris arreglando un guión con Rodolfo, su jefe. En la mesa donde trabajan hay muchos papeles y tazas vacías; me siento a observarlos. Cuando terminan, Rodolfo dice que es muy noche, que hay que descansar. Bajamos unas escaleras, Rodolfo pone un disco de "hustle" a todo volumen y apaga la luz. Cuando salimos, y mientras está cerrando con llave, nos dice que la música es para que los fantasmas no se aburran. Le digo que los fantasmas van a odiarlo… Despierto. Segundo sueño: estoy en la salita de un museo donde la poeta Flor Cecilia Reyes está exhibiendo una colección de monedas. Se supone que son monedas para poner en unas máquinas muy antiguas que a cambio dan regalos: disimuladas en una pared hay varias ranuras con diferentes fechas. Luego estoy tendido en la banqueta, junto a un auto nuevo que está estacionado en un camelloncito triangular: frente a mí desfilan decenas de secretarias y oficinistas muy apurados. Son las 7:00 de la mañana. Estoy vestido como limosnero; una señora de lentes sale de una puerta y hace ruido para espantarme; supongo que es la dueña del auto y teme que le robe algo. Me levanto y me voy caminando por una avenida muy ancha en cuyo centro hay una zanja enorme. Me asomo: al fondo de la zanja se ven tuberías, cables y un piso lodoso. Aparece un grupo de muchachas; llevan un perrito y van cantando. De pronto el perrito brinca a la zanja y una de las muchachas grita desesperada: salto detrás del perrito y logro agarrarlo antes de que se meta a un tubo; descubro que las paredes de la zanja están llenas de máscaras. Salgo y les regreso el perrito a sus dueñas, quienes se ponen muy contentas y agradecidas; me veo lo pies: están llenos de lodo pero no me importa. Sigo caminando y llego a un local donde mis amigos Jessica y Héctor están escuchando una extraña versión de Star Wars en el radio mientras desayunan; les pido una pluma pero me dicen que la que tienen no sirve. Luego estoy en una papelería probando plumas: ninguna escribe bien, todas son azules pero de diferentes tonos. Un señor me mira muy serio desde un mostrador lejano… Despierto. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

7 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Doris y yo estamos de vacaciones en un hotel de playa; compartimos una enorme suite con un joven matrimonio alemán. La estancia de la suite está muy desordenada: hay sábanas hechas bolas en el suelo y restos de comida en la mesa del comedorcito. Estoy triste porque al día siguiente tenemos que regresarnos; abro una pequeña alacena y veo que está repleta de golosinas. De pronto llega el matrimonio alemán: la mujer va regañando al hombre; me llama la atención que ella está casi rapada y él tiene el pelo muy largo. Les digo que pueden tomar los dulces que quieran de la pequeña alacena; esto les da mucho gusto y se ponen a brincar como niñitos. En el sueño recuerdo otro sueño reciente (que en realidad no sé si tuve) donde estoy armando la pequeña alacena: es un castillo de juguete en el que voy acomodando mosqueteros de plástico y una carroza en miniatura muy detallada cuyas piezas son comestibles; hay chicles y gomitas que al mismo tiempo son las almas de los muertos durante la Edad Media. Entonces Doris me dice que vayamos a la alberca; me pongo un traje de baño de abuelito y busco unas toallas. Salimos de la suite y caminamos por un pasillo; las camaristas que andan rondando por ahí son esquimales. Antes de llegar a la alberca pasamos por una sala con muebles de bambú y muchas macetas llenas de plantas tropicales: en un extremo hay un hombre jugando solo al parkase. Le digo a Doris que por la noche podemos ir a esa sala a leer. Subimos unas toscas escaleras de piedra: la alberca está arriba y tiene forma de gajo. Veo que hay muy pocos nadadores y que el agua, de un verde muy profundo, está inmóvil y sobresale los límites de la alberca como si todo se hubiera congelado en el tiempo. Corro alrededor y entonces descubro que el agua de la alberca y el agua del mar son una sola y eso me causa mucho terror. Camino hacia la playa; hay mucha gente viendo como el mar está detenido en el aire: en la cima hay una amenazante pandilla japonesa. Un joven gay les dice a los pandilleros que por su culpa se va a inundar todo; se siente mucha tensión. De pronto aparecen del lado del hotel varios hombres furiosos, dispuestos a enfrentarse a la pandilla. Decido que la posible inundación no es mi problema, así que  paso entre los pandilleros y empiezo a escalar una ola; Doris se queda atrás. Cuando llego a la cima veo el mar en su totalidad: es una vista sobrecogedora pues todo está inmóvil en el tiempo, y en algunas partes hay abismos inmensos y profundos. A lo lejos se ven islas y ballenas que son al mismo tiempo barcos; todo el horizonte está lleno de cosas. Regreso por Doris, le digo que nunca he visto nada tan impresionante. En las cercanías, donde alguna vez estuvo la playa, vemos a unos cerdos mecánicos persiguiendo a bañistas que chapotean: se trata de un juego de moda que cuesta un dólar por minuto de persecución. Volvemos a pasar por el pleito de los pandilleros, avanzamos y llegamos a la orilla del primer abismo. Muy abajo, rodeada por inmensas paredes de agua, se ve una caravana árabe empequeñecida por la distancia: llevan con ellos a un camello mágico, ataviado con velos y cuentas de cristal. Seguimos avanzando hacia el mar abierto, ahora navegamos sin movernos. Volteo hacia donde está el hotel y veo una torre altísima que se aleja a toda velocidad; Doris dice que vamos a llegar a Europa, lo cual nos pone eufóricos. Yo le digo que estamos soñando. Despierto: me encuentro en la habitación de la suite; Doris sigue dormida. Entonces sé que estamos soñando lo mismo (lo cual ha pasado algunas veces en la vida real)… Despierto. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

6 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Estoy en una librería muy antigua: hasta donde alcanza la vista hay estantes de libros viejos y muy maltratados. Me detengo frente a un librerito para buscar la última novela de Paul Auster: todos los volúmenes que están ahí se ven destartalados, grises y llenos de mugre. Saco un pequeño cuaderno; se trata de la primera y rara edición de un libro de cuentos de Ignacio Betancourt: veo que tiene algunos dibujos de flores, árboles y casitas, más unos poemas dedicados a una señora. Pienso que puede ser valioso, pero le faltan más de noventa páginas así que vuelvo a ponerlo en su sitio. Reviso otros libros: hay uno que narra la vida secreta de Jesús en China y Japón; cuando lo abro veo que está lleno de hongos. Me agacho y encuentro un libro grande y nuevo que tiene una cubierta plástica totalmente negra: al quitarla, descubro que se trata de una biografía del Che Guevara. Abro el libro y empieza a sonar una marcha militar: en la cuarta de forros hay una nota escrita por mi amigo Luis Barrera, especialista en el tema. Luego estoy con Doris en un aeropuerto, llevamos un rato esperando a que salga nuestro vuelo. Hace frío y vamos muy abrigados con orejeras, bufandas y gorros de estambre; a lo lejos, junto a una de las puertas de entrada, está Mave Gaya comiéndose una dona. Nos acercamos a un local: desde los cristales vemos que se trata de la oficina de Vicente Leñero, quien está sentado en su escritorio revisando unos papeles con su secretaria. Nos sentamos en el suelo, tratando de que nuestras cabezas queden por debajo del cristal para que Leñero no nos regañe. De pronto, la madera del barandalito que está situado justo donde termina la ventana, se hace elástica y empieza a reducirse hasta reventar haciendo mucho ruido. Nos vamos presurosos de ahí. Yo estoy preocupado porque no sabemos dónde está el equipaje y necesito usar mi lap. Entonces pienso que no sería difícil robarme la lap de otro pasajero: que puedo votar la clave con el software que hizo Edgar Ríos y que tengo guardada en mi usb. Aparece  Rod Serling  y, ceremoniosamente, nos indica que ya podemos abordar (anoche estuvimos viendo episodios de The Twilight Zone). Recorremos un pasillo largo hasta llegar al avión: es un cubo muy grande donde todos los pasajeros van acostados en cobijas y petates. Unas señoras nos indican que en el fondo hay lugar para nosotros; en una ventanilla está Gilberto Soriano pero no nos ve. Empieza a retumbar el sonido de las hélices. Luego todo cambia: estoy viendo una animación en mi lap: cada determinado tiempo oprimo "alt-ctrl impr pant", para guardar los fotogramas. Al final descubro una serie de imágenes muy extrañas: plumas de pavorreal, explosiones multicolores de luz, paisajes extraterrestres. La que más me impresiona es la escena de un hombre cayendo: se ven las suelas de sus zapatos en primer plano, y al fondo un lavabo y un excusado… Despierto. 

martes, 5 de septiembre de 2017

5 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Doris y yo descubrimos que uno de los muebles de la recámara tiene una pequeña mancha de agua en la superficie: al voltear hacia el techo vemos una gotera, así que movemos el ventilador que se encuentra sobre el mueble para que con el goteo no haya un corto circuito. Luego estamos en el consultorio de Diana; nos dice que Judy (q.e.p.d.) sigue muy débil y que hay que darle un medicamento más eficaz. Veo a Judy: está dormida pacíficamente; casi no se mueve pero aún respira. Luego el sueño cambia: es mi cumpleaños y Magdalena Castro, Nelly Marina y Eda Sofía (mis ex alumnas de tarot) me acaban de obsequiar una Enciclopedia de las Animaciones que consiste en 4 lujosos libros y 4 DVDs. Abro el tomo 1: se trata de un libro grande y blanco, de pasta dura. En las páginas centrales se ve a Brutus (el personaje de Popeye): va corriendo por un paisaje desértico. Delante de él va un viejito que de pronto salta hacia arriba y se mete a unas nubes oscuras: de inmediato vuelve a caer, completamente negro, sobre los hombros de Brutus quien empieza a sacudirse, furioso. Se escucha una voz en off explicando, en inglés, que el resto de esta extrañísima animación se ha perdido, pero que los Estudios Disney hicieron una recreación. Entonces aparece en las páginas un fragmento de The Jungle Book: los personajes están todos distorsionados y coloreados a medias. En la parte de abajo del libro veo un botón blanco: hay que oprimirlo para que la animación se detenga… Despierto

lunes, 4 de septiembre de 2017

4 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en el jardín de una mansión enorme, frente a mí hay unas escaleras donde posan varias mujeres que usan sombreros anchos y largos vestidos de seda. De pronto aparece un automóvil antiguo que me tapa la visión: a través del cristal de las ventanillas se siguen viendo las mujeres, pero ahora son más viejas y siniestras. Bajo a un estacionamiento subterráneo muy oscuro y regreso con dos ramas gordas en forma de horqueta que necesito; llega nuestra amiga la Chulis y me dice que las mujeres son hechiceras. Luego entro a la mansión: el interior es nuestra casa, aunque algo diferente; hay estambres de colores colgando en todas partes. Doris me explica que Lucy y Juan, los vecinos de junto, están construyendo un río subterráneo que va a pasar por debajo de la biblioteca: aparece la imagen de un río caudaloso, sostenido por pilares como estalactitas. Doris dice que hay que investigar si el río arrastra esferas de pirita, que son valiosísimas; de no ser así, entonces tendríamos que demandar a los vecinos. Veo a Lucy y Juan platicando en su propia sala: dicen que su familia es normal, pues sus hijos, aunque no trabajan ni estudian, siempre se levantan temprano. De pronto sale de la pared un niño gordo que en el sueño es mi hermanito, me dice que vayamos corriendo al cuarto de los juguetes a disfrazarnos de caníbales. Ya disfrazados, llegamos a donde está el hijo de Lucy y Juan viendo la tele: comenzamos a danzar y a dar alaridos a su alrededor para asustarlo; junto a nosotros brincotean varios perritos. Luego entro a una sala de costura, donde supuestamente está mi amigo Timo escribiendo un artículo en mi computadora vieja, necesito verlo para preguntarle algo importante (no recuerdo qué). Timo no está, pero sí dos chavitas que en el sueño son Andrea Ávila y Alina Toalavía, pero de niñas. Están jugando al resorte con otras niñas un poco más grandes; me dicen que Timo acaba de regresarse a Mérida y que se llevó mi compu… Despierto. Segundo sueño: voy caminando con Doris por una calle, un tipo con cara de camello se nos cierra en su automóvil  y dice palabrotas. Le pego fuerte en el hombro con la punta de un paraguas, él se asusta y acelera su auto para luego chocar de frente con una de las columnas que sostienen el segundo piso del periférico. Doris y yo nos subimos a nuestro auto y arrancamos; al encender el radio, escuchamos al cara de camello diciendo que va a ir con su hijo a ver el nuevo episodio de The Twilight Zone. Pasamos por una avenida donde hay dos policías durmiendo dentro de una patrulla estacionada; Doris se desvía y se va por unas callecitas muy estrechas. Al final se ven el hombre cara de camello y su hijo sentados en la mesa de la cocina: alguien les sirve un platón donde hay un mapamundi de salsa verde… Despierto. Tercer sueño: Doris y yo estamos en un balneario con mis tíos y primos; es un impresionante lugar lleno de vegetación y rodeado de cascadas verdes. Arriba hay unas construcciones amarillas de piedra con cierto aire oriental; pienso que es el paraíso. Me alejo del grupo: subo por escalones de agua y entro a las construcciones. Luego cruzo un pasillo encharcado; me doy cuenta de que estoy descalzo. Llego a una especie de cueva; ahí, mi mamá me regala una almohada muy lujosa: "para que puedas dormir bien", dice. Me acuesto a dormir y sueño con una mujer que está frente a un precipicio neblinoso: a unos metros del borde sobresale una torre delgada y muy retorcida donde se supone que vive un gigantesco gusano prehistórico. La mujer es una arqueóloga: sé que su esposo está en la India y que maneja un jeep; también sé que el gusano gigante vive en las aguas profundas y que a lo mejor ya está muerto. De pronto, el precipicio se convierte en un fregadero donde estoy lavando los trastes: veo cómo se escurre el agua, pero ahora entiendo que todo va a dar a donde está el gusano, vivo o muerto. Luego estoy con Doris en un restaurante japonés; llegan Gina y Alberto y nos dicen que ellos invitan, pues acaban de ganarse un premio. Alrededor de la mesa hay muchos exhibidores con diferentes tarjetas en forma de peces: empiezo a sacarlas todas para verlas bien, pues quiero completar la colección… Despierto.  

viernes, 1 de septiembre de 2017

1 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en el local de un enorme mercado, mirando como unas señoras hacen nixtamal; alrededor pasa mucha gente ruidosa. Salgo y me tropiezo, un hombre gordo que vende agua de jamaica en un vitrolero se me queda mirando. Luego voy por el mismo mercado, pero en el segundo piso: estoy buscando a Doris, Ingrid y Magdalena, quienes supuestamente llevan al brujo Juan Baltazar a que lo cure otro brujo. Recorro pasillos, salones de belleza y tiendas de abarrotes: siempre escucho las voces de Juan y Doris, pero cuando llego al lugar de donde provienen, acaban de irse a otra parte. Por fin llego al local del otro brujo: hay una sala de recepción con sillones y revistas antiguas; en una mesita duerme un gato blanco. Aparte de mí, no hay nadie ahí, y aunque sé que del otro lado de la pared están Doris, Juan y las chicas, no veo ninguna puerta que pueda yo cruzar. De pronto oigo la voz del otro brujo diciéndole a Juan palabras incomprensibles; él le contesta: “¡necesito músculos!”. Salgo a un balcón lleno de plantas: abajo, en la calle, se ven dos camiones de carga de donde algunos hombres bajan rejas de frutas y pescados. Llego a una puerta de metal y la abro de un empujón; entonces caigo a un sótano donde están las creaciones del otro brujo: se trata de seres largos como velas, pájaros, algunas gárgolas, un Frankenstein… todos caminan despacio y con la mirada perdida, tropezándose y chocando con los muebles. Del otro lado del sótano hay una ventanita, me asomo y veo a Magdalena: está saliendo de una vivienda muy pobre y usa un uniforme de secundaria. Acude a mi memoria una escena donde Óscar Luviano llevaba a Magdalena niña de la mano al kínder. El sueño cambia y ahora estoy con Doris en la mesa redonda de una tienda de cómics; con nosotros están Mave Gaya, Itzeel Reyes y Enrique Layna; todos comemos quesadillas. A un lado, en una mesa chiquita, Enrique Urbina y Hugo Álvarez juegan con unas cartas de Dragon Ball… Despierto. Segundo sueño: estoy en los pasillos de ENEP Acatlán; delante de mí muchos oficinistas marchan con sus trajes y portafolios; todos usan lentes. Subo por un prado: en un cubículo están maquillando a una edecán alta que va a convencer de no sé qué a los nuevos estudiantes. Cuando la edecán sale del cubículo, veo que tiene la cara llena de dedos que se mueven y que debajo de su minifalda se asoman unas repugnantes alas negras. Entonces me subo al portafolios samsonite azul que usaba en la secundaria y me deslizo por los prados como si fuera surfeando; cruzo palmeras llenas de cocos, el pasto se convierte en agua. De pronto me doy cuenta de que mi prima Martha me va siguiendo en su propio portafolios: se ve feliz y eso me da gusto. Empiezo a acelerar, a mi paso veo como todo se difumina y voy volando hasta que doy un fuerte golpe en el agua. Descubro que ahora voy en una balsa grande hecha de ruedas horizontales y que me encuentro en medio del Parque Naucalli, que está totalmente inundado. Hasta donde alcanzo a ver hay agua: sólo sobresalen jacarandas llenas de pájaros dormidos; arriba el cielo está muy nublado. Pienso que mi papá me ha estado esperando muchas veces para desayunar y que yo nunca llego… Despierto y trato de anotar mi sueño, pero no puedo moverme; alrededor hay una luz muy extraña, como si estuviera adentro de una canica verde. Alguien pone frente a mí un platillo con pequeños manjares (anoche Doris y yo vimos The Dinner, la peli); veo que la charola donde descansa el platillo está en el aire, como sostenida por manos invisibles. Luego estoy viendo una encuesta en Radio Fu Manchú: se trata de "The Who" vs "Moto", una banda zeuhl japonesa buenísima, y que lleva mucha ventaja (tal banda no existe en la realidad)… Despierto. 

miércoles, 30 de agosto de 2017

30 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: estoy en una casa de varios pisos. En el centro de la casa hay unas escaleras de piedra en espiral que dan a las recámaras: cada recámara tiene una decoración diferente. Voy saltando veloz por las escaleras, necesito encontrar mis cosas pues nos vamos a ir de ahí. Entro a una de las recámaras: hay un tocadiscos y un montón de LPs; reconozco el de Raccomandata Ricevuta Ritorno. Luego voy bajando por las escaleras y llego a un lugar donde hay varias personas vendiendo juguetes piratas; al querer pasar por ahí, tiro sin querer un estante donde hay muchos héroes plásticos de anime. El dueño de ese puesto se me queda viendo pero no dice nada. Me dirijo al cubo de la escalera y empiezo a volar hacia arriba. El sueño cambia y estoy en un mercado del Centro de la Ciudad de México donde hay un laberinto de pasillitos muy angostos, entre escaparates de cristal. Veo que en uno de los escaparates hay un muestrario de hierbas medicinales y estampas de santos; entonces me convierto en un cubanito jorobado y empiezo a bailar: al pasar frente a un espejo, descubro que estoy vestido con un ridículo trajecito a rayas y uso un sombrero plano… Despierto. Segundo sueño: voy caminando por las escaleras de un hotel lujoso pero muy antiguo: quedé de desayunar con Doris y Rose Sousa, quienes van a llegar a un restaurante mexicano que está en alguno de los pisos del hotel. Cruzo pasillos que tienen el suelo como lomas de campo de golf; cuesta mucho trabajo caminar por ahí. Por fin llego al restaurante: desde afuera, por el cristal, veo que los gabinetes están colocados como gradas; en varios de ellos hay familias comiendo, pero en ninguno veo a Doris ni a Rose. Decido quedarme a esperar afuera, pues junto a uno de los gabinetes están unos mariachis tocando a todo volumen y la música me molesta. Me siento en el suelo y saco mi libro para leer en lo que espero… Despierto. 

martes, 29 de agosto de 2017

29 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: voy con Doris en el coche, ella maneja. Es muy noche, cruzamos calles vacías y algo lluviosas; a mí se me antoja un tepache. Pasamos por las cocinas de un mercado: todas están cerradas a excepción de una, donde varias señoras recogen las mesas y lavan los trastes. Doris se estaciona a un lado del camellón: yo me bajo del coche y les pido a las señoras del agua jamaica que tienen en un vitrolero. Regreso con Doris, a quien le duele la garganta; le digo que tome un poco de agua y que con eso se le quita. Luego estamos comiendo "tamal de cubeta": las cubetas son enormes y hay que comérselo con cucharas largas de madera. Mi tamal tiene mucha cebolla y pienso que Doris no me va a querer besar. Luego estoy escondido en una bodeguita secreta que se encuentra en la parte trasera de un establecimiento de envíos postales: espío a los empleados, pues necesito sacar un documento de la caja fuerte. Los empleados entran y salen por una puerta que da al corredor; también pasan dos enfermeras que llevan varios archiveros en una camilla. Cuando por fin todos se van, veo que la caja fuerte está abierta, pero sus puertas son como de cantina y no dejan de moverse: temo que si meto la mano para sacar el documento, pueda lastimarme. Luego el sueño cambia y me encuentro en la sala de espera de un consultorio: se trata de un patiecito cubierto; por la ventana se ve un paisaje rural. Junto a mí hay otras personas sentadas esperando; aunque no la veo, sé que mi mamá está en el consultorio y que va a darles terapia a todos. Las sillas donde estamos sentados son de maderitas de colores, igual a unas que tuvimos mi hermana Vero y yo cuando éramos niños. Se abre una puerta y entran dos chistosísimas mujeres flacas con cara de pajarraco; aunque son idénticas, sé que son madre e hija. Se sientan junto a mí y una de ellas me pregunta que si yo soy el famoso tarotista. Le contesto que no soy famoso pero que sí hago lecturas de tarot; ella me dice que un importante gurú me recomendó y que quiere hacer una cita. Entonces se vuelve a abrir la puerta y entra un señor gordo y pelón vestido de blanco; se supone que es el hermano gemelo de la mujer… Despierto. Segundo sueño: estoy en la azotea de la casa, frente a mí hay un puente colgante que da a una casucha hecha de materiales diversos y que flota en el aire. Sé que si cruzo ese puente me será muy difícil regresar, pero al mismo tiempo me da curiosidad entrar a la casucha, pues ahí viven unos salvajes que nadie ha visto. Luego estoy en la recepción del Hotel Jardín Amazonas, donde trabajé varios años a finales de los 80s; junto a mí están Toni Rodríguez y Eduardo Parra, pero son casi adolescentes. Entro a la oficina del dueño del hotel, quien aún no ha llegado: le dejo en el escritorio dos ejemplares de la revista La Mandrágora. Hay mucho polvo; desde la puerta de la oficina se ve un pasillo largo y neblinoso. Cuando regreso a la recepción, descubro que Eduardo se apoderó de las revistas y que con su pluma está tachando nombres en la página editorial; le digo que hay que volver a ponerlas en el escritorio. Aparece una enorme mujer monstruo, mide como tres metros y tiene puesto un vestido negro muy elegante: nos dice que ella puede llevar las revistas al escritorio, pero que le echemos aguas por si viene el dueño; en la calle se estaciona un taxi… Despierto. 

domingo, 27 de agosto de 2017

27 DE AGOSTO DE 2017

Estoy en una elegante fiesta que es también la subasta de varias pinturas que iban a ser portadas de discos de rock, pero que nunca se utilizaron. Hay mucha gente y varios mayordomos idénticos sirviendo bebidas; de las paredes cuelgan cuadros enormes de Emerson, Lake & Palmer, Jethro Tull y Pink Floyd. Me acerco al cuadro que se encuentra al final de un pasillo: es una pantalla donde están pasando un programa de televisión de los 50s. El programa es un concurso que se llama "Carambola humana"; las secuencias son en blanco y negro, casi plateado. Me quedo absorto, mirando el programa: en una toma aérea, un hombre hecho bola rueda en el suelo hasta un agujero donde se supone que hay otros hombres y mujeres también hechos bola. Cuando el hombre logra entrar al agujero, todos los que estaban ahí salen encadenados, reptando en conjunto como un gran gusano humano. Me sorprende que se hiciera un programa tan raro en esos tiempos, pero la sorpresa es mayor cuando descubro que uno de los participantes es Carl Sagan de joven. Luego todo cambia y estoy viendo una comedia que trata de una señora muy gorda que vive feliz con su marido, sus hijos y su perro. La casa de la señora es una especie de barco o mantequillera gigante, donde las habitaciones son capas delgadas y transparentes. La señora dice que la cocina y el baño son de su pertenencia: entonces veo una cocina japonesa donde todo está pulcramente ordenado y un baño con una tina larga en cuyo interior chapotea feliz el perro de la casa… Despierto. 

sábado, 26 de agosto de 2017

26 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: es muy noche, me encuentro en el interior de un carro alegórico sin techo; conmigo está Enrique Bernal. Vamos disfrazados de centuriones, aunque también parte de nuestro atuendo son cuernos, colmillos y garras. Le voy contando a Enrique mis experiencias en otros desfiles y él me escucha con interés. Recorremos calles oscuras y vacías; salimos a una avenida arbolada que tiene un gran camellón en el centro. De pronto, en el cielo aparecen varios platillos voladores luminosos que se mueven de manera errática. El carro se detiene y le digo a Enrique que nos bajemos a sacar fotos. Vamos corriendo a lo largo de la avenida; arriba los platillos voladores se ven impresionantes. Entonces llegamos a una bocacalle y descubrimos que los platillos son en realidad las luces de unos reflectores que manipulan dos tipos fortachones. Junto a una pared hay otro fortachón girando una palanca que mueve varios columpios tripulados por niños muy pequeños. Hay otros niños y niñas formados esperando turno para subir a los columpios; todos van vestidos de blanco. A un lado de la pared hay una larga alambrada por donde se ve, a lo lejos, un bosque oscuro. Luego estoy en una cabaña casi vacía: sólo tiene un colchón en el suelo y una mesa baja donde hay pan rústico en un plato. Salgo de la cabaña: está amaneciendo y frente a mí se ve un paisaje muy bello de montañas, bosques y nubes. Hace frío y siento mucha tristeza. En otra cabaña cercana se ve gente en el interior; pienso que son scouts. Regreso a mi cabaña: sé que debo pasar ahí varias semanas hasta sentirme bien, pero me preocupa que no tengo libros ni cuadernos para entretenerme… Despierto. Segundo sueño: estoy en una salita platicando historias con algunos camaradas: Jacovich, Eduardo Gómez, mi primo Horacio y el Kapus (un amigo de los ochentas que nunca volví a ver). Llega Juan Carlos Barrera con una libreta a interrogarnos sobre un robo, pero no le hacemos mucho caso pues no sabemos nada. Se va un poco molesto y entra a una cocina donde varias mujeres están haciendo de comer. Entonces aparece en mi sueño un árbol grande. Al acercarme, descubro que tiene un agujero ovalado en el tronco por donde empiezan a aparecer imágenes: se trata de las fotos de varios forajidos que busca la justicia y por los cuales ofrecen fuertes recompensas… Despierto. 

jueves, 24 de agosto de 2017

24 DE AGOSTO DE 2017

Estoy arreglando la biblioteca: a los libros de ciencia más nerds les pongo en el lomo unos lentecitos de plástico. Hay dos libros de un científico que fracasó y que valen muchísimo pues ya nadie los lee. Veo una breve película de la vida de ese científico; es como una cinta de cine muy rudimentaria que al final se adelgaza y es tragada por un hoyo negro. El científico es John Turturro. Doris está junto a mí, hablándole por teléfono a Sven Doehner, pues van a organizar un curso de brujería. De pronto estamos en una calle arbolada. Entro a la pocilga donde vive mi padrinito; un teporocho que se la pasa jugando al ajedrez con Tzekub Baloyan (el personaje de Chanoc), a quien siempre le gana. Le digo a mi padrinito que me deje pasar a su baño, él me señala una puerta y entonces cruzo un pasillo lleno de basura, cobijas sucias hechas bolas y perritos durmiendo. El baño es un desastre de goteras, cubetas y tubos rotos. Cuando salgo, Tzekub ya se fue y mi padrinito me invita a echarme una partida: veo que su ajedrez está incompleto y que junto al tablero hay varias torrecitas de monedas de a 10 pesos. Regreso con Doris a la calle arbolada: en unas escaleritas están sentados Eda Sofía y Mario Todd; junto a ellos hay una canasta grande. Eda nos dice que alguien les dejó esa canasta y que no saben qué hacer: me asomo y veo que contiene a un bebé dormido. El bebé se llama Gogoduk; pienso que el nombre debe de tener algún significado profundo, que habría que googlearlo. Luego todo cambia: voy con Gilberto Soriano por unas favelas deshabitadas. Es muy noche y volamos como si fuéramos tarzanes, pues un espía fantasma nos está persiguiendo. Desde la altura se ven las casuchas y los edificios despintados: bajamos para escondernos debajo de un puente y entonces nos damos cuenta de que estamos en el Periférico, a la altura de Avenida Observatorio. En el puente, que es enorme, hay otras personas esperando el autobús; casi no hay autos y las personas duermen de pie. A lo lejos se ve un autobús acercándose lentamente: se trata de unos multicinemas que van rumbo a Satélite; cuando están frente a nosotros, el conductor –Luis Boiler abre la puerta y nos dice que si queremos él nos puede llevar sin problema hasta Aguascalientes. Subimos; Gilberto paga. Entonces vemos que en los cines están exhibiendo puras películas de terror… Despierto.

miércoles, 23 de agosto de 2017

23 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: en una pared, sobre la cabecera de una cama, hay varias fotografías y cuadros colgados. Estoy con mucha gente desconocida viendo los cuadros. De pronto descubro que uno de los cuadros cambia cada vez que lo veo; eso me aterra. Les digo a los otros que vean el cuadro: aparecen escenas de un concierto de rock, caras italianas, corazoncitos y animales; en eso estamos cuando de una esquina de la pared surge un vaquero que destruye el cuadro con las manos. Luego voy caminando con Doris por una calle desierta de la colonia Doctores; es muy noche y hace frío. Aparece Libia Brenda y nos dice que podemos quedarnos en su casa a dormir porque a esa hora la zona es bastante peligrosa. La casa de Libia Brenda es muy extraña; la mitad inferior de las paredes es de cristal y sus muebles son como del futuro. Estamos sentados en el comedor tomando café: en la mesa hay muchos libros y cuadernos pues Libia está trabajando en una traducción. En la pared está la imagen de una niña pequeña y completamente rapada; se trata del cartel de la película Stranger Things que acaban de estrenar. Veo a la niña rapada en el baño lavándose los dientes. Luego todo cambia: Doris y yo nos encontramos en la calle sateluca donde viví de niño; está amaneciendo y reina el silencio. Volteo hacia la casa: veo como las plantas de las macetas han crecido de manera salvaje, envolviendo barandales y muros. Miro de cerca el tronco de una bugambilia: tiene una piel con dibujos muy complejos como de tapete persa. Doris me pasa unas botellas de Sidral Light: hay que aventarlas hacia arriba y esperar a que caigan y exploten. Sale la señora Tere, la vecina de enfrente; en el sueño es muy joven y se parece a la Señorita Cometa. Felices, la señora Tere y Doris comienzan a aventar los Sidral Light al cielo; yo me acuesto en el suelo para ver cómo caen… Despierto. Segundo sueño: varios desconocidos y yo estamos en una especie de tren donde cada vagón es un feudo. Tenemos que llegar al último vagón donde está el Infierno; en mi mente, veo escenas anticipadas de ese último vagón: una sala tapizada de terciopelo rojo donde hay maniquíes de ambos sexos vestidos de cuero y plumas, fumando. Vamos pasando de vagón en vagón, en cada uno hay personajes diversos disfrazados. Llegamos a un vagón ovalado donde la entrada es muy estrecha, del otro lado están formados varios buzos; también hay mujeres scouts haciendo la cena. En eso aparece Doris, me dice que me espera en la casa. Paso al vagón del Cielo: se trata de una librería enorme, redonda y llena de luz, parecida a un platillo volador. Antes de entrar, una maquinita me saca una foto mientras se escuchan rezos. La foto se convierte en media máscara que tengo que ponerme y que me hace ver luminoso y santo, aunque también algo deforme, como si fuera un personaje de los Simpsons. Empiezo a revisar los libros que están colocados en los estantes: son las nuevas e inmaculadas novelas de ciencia ficción editadas por la editorial Nova; escojo algunas de autores desconocidos. Detrás del último estante se abre un abismo luminoso: en una saliente está un joven cajero con su máquina registradora exigiendo que paguemos los libros. De un pasillo sale mi amigo Manolo, quien es empleado de la librería, y le dice al cajero que mis libros son cortesía de la casa. Llega un ángel y nos dice que nos pongamos junto al cajero para sacarnos una foto: al hacerlo, caemos en el vacío… Despierto.

martes, 22 de agosto de 2017

22 DE AGOSTO DE 2017

Platico con Fernando Cárdenas, quien en el sueño es un escritor beatnik; lo acompañan su sobrina y un jovencísimo poeta maldito. Estamos alrededor de una mesa metálica, nos rodean las penumbras. Fer está recomendándome al poeta, quien acaba de publicar su primer libro. Yo dudo de las apreciaciones de Fer y empiezo a dibujar con un plumón en una hoja blanca tamaño oficio. Cuando hago temblar la pluma, el dibujo aparece solo: se trata de un paisaje algo siniestro donde se ven árboles y un río; les digo que ahora van a saber lo que es la verdadera maldad. El poeta queda sorprendido con mi destreza para dibujar; sé que quiere pedirme regalado el paisaje, pero no se atreve. La sobrina de Fer me pregunta que qué opino de los sombreros; entonces yo arruino el paisaje dibujándole un tosco sombrero en una de las esquinas. Luego todo cambia: estoy con mi familia en un saloncito alfombrado y lleno de almohadones; también están varias de mis primas. Doris les está contando la historia del hombre monstruo que vive en el Hotel Presidente de Cancún; todos la escuchan con mucho interés. Subo a un tapanco donde están guardados los libros de mi papá; empiezo a revisarlos y me decepciono, pues todos los que me interesan ya los tengo. Entonces descubro dos libros azules y largos de pasta dura: al sacarlos, veo que son Poe Tomo 1 y Poe Tomo 2. Los libros están forrados con una pasta extraña que resplandece. Al abrirlos, veo que el Tomo 1 trata sobre la historia de todos los presidentes gringos, mientras que el Tomo 2 tiene diversas ilustraciones de terciopelo en alto relieve: son duendes monstruosos trabajando en una mina. Bajo del tapanco y le digo a mi papá que me preste esos dos libros: él acepta; mi prima Laura me mira con cierta complicidad pues entiende que me voy a quedar con ellos para siempre. Mi prima es al mismo tiempo mi amiga Magdalena, y sé que luego me va a pedir uno de los libros, pero pienso vacilarla dándole el de los presidentes gringos. Doris guarda los libros en un morral hippie; entonces mi papá me dice que vayamos a ver si ya viene mi hermano Leo, quien en el sueño es un niñito. Doris y yo salimos a esperarlo a la entrada de la casa, desde donde se ve una loma de la que bajan varios autobuses. De uno de ellos baja mi prima Martha; está muy afligida pues dice que van a operar de una muela a nuestro primo Gerardo… Despierto.

lunes, 21 de agosto de 2017

21 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: soy invisible y estoy preparando un platillo que es a la vez una especie de constelación que da vueltas y vueltas frenéticamente. En cada vuelta agrego ingredientes y el resultado es una caleidoscópica mutación de colores y formas imposible de describir. Alrededor del platillo se ven rostros enormes que aprueban o desaprueban: son sacerdotes arcaicos; al único que reconozco es a Alberto Buzali. El movimiento se desacelera y al final aparece el mundo conocido: una mesa larga de madera rústica en la cocina de un restaurante muy antiguo: ahí va a aterrizar el resultado final del platillo que ahora está en una cazuela de barro. Veo que entre los ingredientes hay una canica que es al mismo tiempo la yema de un huevo muy pequeño como de codorniz… Despierto. Segundo sueño: voy en un vagón del metro que recorre las calles de la ciudad de México. Es muy noche y pasamos por avenidas vacías desde donde se ven edificios poco iluminados y parques desiertos. Yo estoy sentado en el último vagón que es enorme: hay pocos pasajeros y la mayoría de ellos van dormidos. Junto a mí hay dos hombres delgados: se parecen mucho, ambos usan sombrerito y bigote. Aunque no los conozco, se supone que somos camaradas y hay un vínculo misterioso entre nosotros. De pronto el vagón de metro se transforma en un autobús. Ahora recorremos una autopista que cruza pueblitos diversos; arriba hay luna llena. Veo una tienda rural donde venden cubetas y escobas, está medio oculta en un callejón poblado de arbustos. Nos rebasa otro autobús a toda velocidad: descubrimos, asombrados, que en ese autobús también vamos los dos hombres delgados y yo, aunque profundamente dormidos. Empezamos a discutir el significado de la visión; estamos bastante asustados. En eso pasa otro autobús diferente al anterior, va dando saltos bruscos: también en él vamos los dos hombres y yo, aunque esta vez despiertos. Empezamos a gritar y a brincar agitando los brazos, para que los otros yoes nos vean pero no lo logramos. Al poco rato nos rebasa un tercer autobús; esta vez es totalmente blanco, como artificial. Los pasajeros, aunque humanos, parecen muñecos: tienen los labios muy rojos, las miradas fijas y ausentes; ninguno de ellos es como nosotros. Entonces me doy cuenta de que el autobús en que viajamos se dirige al castillo de Drácula y que todo es parte de una película. Por anticipado, veo visiones de lo que se avecina: varios lobos monstruosos encadenados y una lluvia de tzitzimimes (el sábado, Doris habló sobre las terribles tzitizimimes en una clase de vampiros mexicanos). Luego todo cambia: es de día y estoy frente a una enorme superficie de cemento; a lo lejos se ven las montañas y un paisaje desértico. De la nada, se materializan varios automóviles de nube: cada uno de ello es, en el sueño, una de las películas clásicas de Disney (estos días, Doris y yo hemos estado revisando pelis viejas de Disney). Los automóviles empiezan a acomodarse en la superficie de cemento: descubro que hay líneas amarillas trazadas en el piso como si se tratara de un estacionamiento. El movimiento de los automóviles es fascinante: hacen coreografías y maniobras imposibles; veo que ninguno está tripulado. Quedan en la posición final, que supuestamente es la de mis gustos: en primer lugar están El libro de la Selva y Pinocho (que en realidad no son las que más me gustan). Todos los automóviles son del mismo tamaño, a excepción de Dumbo que es muy pequeño y que sigue moviéndose sin encontrar su posición final. De pronto Dumbo salta a mis manos: trato de atraparlo pero no lo logro, así que se funde en mi pecho… Despierto. Tercer sueño: Doris tiene de visita a unos extraños parientes que yo no conocía; son primos y tías muy serios, estrictos y silenciosos, como de otra época. Estamos todos desayunando en un café al aire libre lleno de vegetación: los parientes de Doris visten de blanco y son propietarios de un negocio en la Jardín Balbuena que se llama "Salón de enchiladas y lecturas literarias". Por la tarde debo dar una conferencia  ahí, y estoy nervioso pues no quiero quedar mal con los dueños. Todo mundo se va y yo me quedo haciendo los apuntes para la conferencia; un mesero me sirve café en una tacita blanca. Luego voy caminando por Lorenzo Boturini: me miro en el vidrio de un aparador y veo que tengo en la frente un pequeño círculo; se supone que es el “tercer ojo”. Comienzo a exprimirme el círculo: brota un hilo gris, largo y muy delgado que se retuerce; lo limpio con un pañuelo y entonces descubro que tengo los ojos muy rojos. Pienso que es de tanto llorar por Judy, mi perrita, que en paz descanse. Luego empiezo a volar: primero muy cerca del suelo, planeando y tratando de coordinar mis movimientos; luego cada vez más alto. Está oscureciendo: en el cielo se ven nubes espesas y moradas. Sigo elevándome pero me doy cuenta de que nadie me ve, así que grito. Paso por un edificio, en los balcones hay unas señoras tejiendo. Doy una vuelta por encima de la Delegación Venustiano Carranza, abajo hay transeúntes que me señalan, me da temor de que vayan a llamarle a la policía. Luego giro hacia un parque lleno de árboles, tengo que esquivar cables de luz y ramas demasiado grandes: cuando estoy demasiado alto, pienso que me va a ser muy difícil regresar… Despierto. 

17 DE FEBRERO DE 2019