Primer
sueño: Doris y yo vamos en una camioneta; nos acompaña nuestra amiga María Islas
y un grupo de desconocidos. Estamos recorriendo el campo de Michoacán:
alrededor se ven vacas pastando y pinos largos. Nos metemos a una vereda lodosa,
la camioneta se atasca y tenemos que bajarnos para poner unas tablas y poder
seguir avanzando. En lo alto de una loma pasan camiones lentos, gritamos para
que nos ayuden pero nadie nos oye. Luego estoy en la cocina de mi mamá: hay
invitados a comer y tengo que preparar una jarra de limonada. Busco entre
montones de trastes sucios: todas las jarras están llenas de agua. Junto al fregadero
hay un filtro de agua chorreando. Le digo a mi mamá que el agua se está
tirando, ella dice que lleva así varios días pero que no ha tenido tiempo de
llamarle al plomero. Interrumpo la elaboración de la limonada y salgo a llamar
al plomero que vive en la casa de enfrente (lo cual no es cierto en la vida
real). Luego todo cambia: Doris y yo somos niños y estamos acostados en la
alfombra de casa de su mamá: nos dormimos al mismo tiempo y comienzo a soñar.
En el sueño hay un ratón tipo Mickey Mouse corriendo por un pasillo angosto de
paredes muy altas: llega a una encrucijada y se le aparecen tres objetos con
patas, manos y cara que empiezan a perseguirlo (una pala, una aspiradora y un
rastrillo de jardín). Despierto y veo que Doris también despierta: le pregunto
que soñó y me describe el sueño que acabo de tener. Nos ponemos a gritar de
gusto; entonces me doy cuenta que estamos abajo de un enorme arbolito navideño
repleto de adornos, luces y esferas… Despierto. Segundo sueño: nos encontramos Doris y yo en un
restaurante al aire libre; nos acompañan Itzeel, Enrique y otros que no recuerdo.
Tengo que hacerle una llamada telefónica a mi amigo Manolo, pero cada vez que
lo intento me contestan diferentes personas que no lo conocen. Me aparto de la
mesa donde estamos y camino por una calle encharcada: en el suelo hay una
hormiga muy veloz que carga una hoja de colorín; cuando pasa entre mis pies, se
convierte en una araña. Comienza a llover. Mientras sigo llamándole a Manolo, rodeo
un volkswagen blanco que está estacionado: una mujer me contesta pero no me escucha. Entonces veo
que la mujer que me contestó el teléfono está sentada en el asiento del
copiloto del volkswagen: es una señora mayor muy arreglada y algo siniestra. Me
asusto y regreso corriendo con Doris y los demás: acaba de llegar un muchacho al
que todos quieren y admiran: se llama Tony y nunca lo había visto. Él está
hablando de su vida universitaria y todos lo escuchan con atención. Lo
interrumpo para que me diga si yo sigo inscrito en la escuela y él me dice que
no, pero que no me preocupe, que eso no tiene la menor importancia… Despierto. Tercer sueño: hay un espía muerto en una sala;
yo y otros hombres lo estamos velando. El ambiente es tétrico, levemente
apocalíptico. Las paredes de la sala son de cristal: afuera se ve una ciudad
oscura y amenazante. Se supone que el espía fue un hombre célebre y tenemos que
hacerle un homenaje para que nunca lo olviden; de unas escaleras baja lentamente Óscar
Luviano, quien en el sueño es una especie de sacerdote. Rodeamos al espía, los otros hombres
son más viejos que yo: todos vestimos de negro, a excepción de Luviano que va
de blanco. Entonces sale un tren disparado hacia el cielo, cruza el espacio y
en ese momento sé que después de la muerte, la vida continúa hasta el infinito...
Despierto.
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Genial. Abrazos mi estimado Ricardo. Maestro.
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