jueves, 30 de noviembre de 2017

30 DE NOVIEMBRE DE 2017

Nos encontramos Timo y yo en el patio de una vecindad enorme; cada uno está sentado en su sillita con una tablet personal en las manos jugando un videojuego que se llama Kalish: una ruidosa explosión de monstruos aztecas y luces multicolores. En una cocina cercana están Doris y mi mamá preparando el desayuno. Timo se va y yo subo por unas escaleritas de metal. Llego a la entrada de un departamento altísimo: en el tapete de entrada está un perrito muy viejo durmiendo. Miro hacia abajo y siento vértigo; el espacio que separa la escalera de la puerta es como de un metro, y temo que el perrito despierte y se caiga, pero no puedo hacer nada. Bajo y descubro que alguien le hizo un pequeño orificio a mi tablet en uno de los extremos de la pantalla; sospecho que fue una mujer a la que le dicen Arenita, pero no puedo demostrarlo. Camino hacia otra parte de la vecindad: ahora estoy en los edificios de la Jardín Balbuena, que tienen pasillos muy amplios llenos de mesas donde hay maestras y muchos niños desayunando. A mi derecha hay un salón sin paredes donde se ven escritorios llenos de material de dibujo y tableros de ajedrez; pienso en ir a jugar unas partidas con alguien, y entonces veo a un profesor muy serio que está en un sillón leyendo el periódico. Sé que es muy buen ajedrecista y que va a ser difícil derrotarlo. Entonces entro a una parte oscura que va a dar a un jardín de Guadalajara. El jardín es enorme, lleno de árboles y veredas que bajan entre arbustos y bancas metálicas. Es muy temprano y no hay nadie. Llego a la parte donde se encuentran los aparatos de ejercicio: en una especie de camilla hay algo cubierto con una sábana. Al acercarme veo que parece ser un cuerpo; en la sábana están escritos unos jeroglíficos y junto hay un bat de béisbol lleno de sangre. Pienso que es un hombre al que mataron a golpes; luego se me ocurre que a lo mejor se trata de una broma, pero no me atrevo a levantar la sábana. Me alejo con cuidado y decido no avisar a la Policía. Sigo caminando por una vereda que sube y llego a unos edificios que tienen pasillos cuyo suelo está hecho de maya metálica: por los orificios veo que abajo hay mucha gente llegando al jardín: señores elegantes, mujeres serias y niños con sombrero; parece que van a misa. Pienso que no deben toparse con el cuerpo que encontré, pero al tratar de regresar me pierdo en pasillos llenos de ventanas que terminan abruptamente y dan al vacío. Paso junto a la ventana de un baño: detrás del cristal opaco se ven unos floreros y una pila de jabones… Despierto.

lunes, 27 de noviembre de 2017

27 DE NOVIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en una recámara secreta que tiene una repisa repleta de joyas. Miro las joyas: son pendientes y dijes victorianos. Tomo un corazón grande de cuarzo blanco pero veo que no tiene cadena, así que le pongo la cadenita dorada que le quito a una tortuga de plástico. Me subo a un banco y miro por encima de la repisa: hay varios muñecos de cartón; son como hombres de los 40s, usan sombreros y están muy tristes. Pienso que representan la soledad absoluta; que si toda la gente desapareciera, estos muñecos no tendrían razón para existir y que estarían quietos y callados hasta el fin de los tiempos. Suena la música de Twilight Zone, aparece un Godínez gordito: es una especie de maestro de ceremonias que representa a los muñecos y me dice que acaban de regresar de un viaje a las Bahamas y por eso se ven amarillos. Luego todo cambia: estoy en un patio horrendo y vacío; se siente como si fuera la parte olvidada de una cárcel. Aparecen unos gatos muy malos que corren en círculos; están llenos de arañazos y cicatrices. Una voz en off dice que los hombres solitarios que han sido atacados por tiburones, después del ataque se vuelven bastante sociables... Despierto. Segundo sueño: una casa que no es mía; en la cochera, unas señoras les dicen a varios niños muy pequeños que se vistan de botargas para hacer el "baliable de las flores". Se abren las puertas de la cochera: afuera hay puestos de kermes donde se venden flanes, galletas y aguas frescas; las personas que están comprando entran con curiosidad a ver el bailable. Una veintena de jóvenes y muchachas se cuelan a hurtadillas al interior: aunque no conozco al dueño de la casa, sé que mi deber es protegerla, así que sigo a los intrusos sin que me vean. Suben en fila por una escalera y se meten a una recámara grande donde está un Ricardo barbón: es el profesor y les comienza a dar una clase sobre Existencialismo. Entro y les pido que por favor salgan de la casa, pero no me hacen caso y siguen escuchando al otro Ricardo. Salgo y cierro la puerta con llave. Desde un rincón de la casa miro hacia la recámara que tiene paredes de cristal: la clase se desarrolla en calma; los alumnos están sentados en el suelo formando un círculo. Sé que si el dueño de la casa descubre que dejé entrar a los jóvenes va a decepcionarse, así que busco la manera de sacarlos: pienso en echarles humo o agua. Entonces me doy cuenta de que todo es un sueño y que tengo que descifrarlo: pienso que el otro profesor soy yo y que el resultado de todo dependerá de si les echo humo o agua. Exploro la casa; sé que ya la he soñado antes: es muy grande y está llena de escaleras y pasillos muy enredados como si fuera un laberinto. Se hace de noche. Me acuesto en la alfombra, entre dos columnas que están junto a una pared de cristal; desde ahí veo cómo salen los alumnos de la clase. Trato de no moverme para que no me vean: lo único que quiero es que ya se vayan de la casa y que todo vuelva a la "normalidad". Entonces dos de las muchachas me descubren en el suelo y empiezan a murmurar, asombradas. Yo me pongo a volar a pocos centímetros de la alfombra y me voy planeando por toda la casa, convertido en un gigantesco ajolote chino; las muchachas me siguen alarmadas. Doy varias vueltas para perderlas y llego otra vez a la cochera, donde hay mesas llenas de platos desechables y los restos de las botargas que usaron los niños para el "bailable de las flores"; unas señoras barren todo con unas escobas de ramas… Despierto.

lunes, 6 de noviembre de 2017

5 DE NOVIEMBRE DE 2017

Estoy afuera de una casa de los años 60s que tiene dos pisos y un pequeño jardincito; son las seis de la mañana. Sé que en el interior de la casa se esconden los Beatles, pero al tratar de verlos por las ventanas descubro que todas las habitaciones están llenas hasta el techo de tambores, penachos, mapas y otros objetos viejos. Pasa por la calle mi amigo de la prepa Alejando Toriz e intenta venderme unos ábacos incas; me dice que con ellos puedo descifrar los misterios. Miro los ábacos: son unas ruedas llenas de hilos y cuentas de chaquira. Vuelvo a asomarme a la casa: pongo la boca en una cerradura y empiezo a llamar a Ringo. Aunque no lo escucho ni lo veo, sé que Ringo les dice a los otros Beatles que guarden silencio y que no se muevan; están todos apretujados en un clóset. Aparece Doris y me dice que nos vayamos de ahí, que los Beatles están en otra parte… Despierto. 

17 DE FEBRERO DE 2019