martes, 26 de septiembre de 2017

26 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: un sótano vacío y muy grande bañado por una luz  blanca e irreal; en el centro hay una tornamesa antigua donde estoy programando música. Decido poner el Stand Up de Jethro Tull, veo a detalle la aguja hacer contacto con el disco y oigo la voz de Ian Anderson, quien dice algo sobre el sismo. Pienso que si vuelve a temblar voy a quedar atrapado en ese sótano. Luego veo a un hombre calvo; usa lentes y tiene como 70 años. En el sueño sé que hay sospechas de que ese hombre pertenezca al KKK; de pronto, en un círculo nebuloso que flota, aparece la imagen de su esposa: es negra y está ciega. El hombre se dedica a instalar aparatos de espionaje; mientras está sentado en una silla, una mujer en bata lo señala furiosa y le grita cosas que no se oyen. Por una ventana veo a un muchacho revolucionario y copetón bajar del coche de su papá: camina por una calle y entra al recinto donde se encuentra el hombre calvo, empieza a gritarle y a querer golpearlo, pero llegan unos marineros y se lo impiden. Alguien canta: "lero, lero, marinero". El hombre calvo sigue en su silla, quieto: aparecen unas bailarinas de ballet haciendo figuras frente a él. Otra vez se acerca la mujer en bata pero esta vez sólo se le queda viendo. Luego todo cambia: estoy en un salón lleno de desconocidos, ignoro qué hago ahí. Alguien me recuerda que tengo que dar una clase sobre animaciones, así que empiezo a buscar al encargado de instalar el equipo de proyección. Hay una ventana por donde entra mucha luz, les digo a unas mujeres que cierren las cortinas: cuando lo hacen, veo que aún entra luz. Una alumna que no conozco me dice que no soy Platón pero no entiendo qué significa. En una pantalla aparecen animaciones rusas de un zorro… Despierto. Segundo sueño: vuelo alrededor de un castillito moderno, su arquitectura es exquisita y algo barroca. Miro el castillito desde varios puntos; tiene muchas torres y antenas. Me detengo, volando, frente a una hilera de ventanas: en el interior se ve una basta y ordenada biblioteca iluminada por luces amarillas muy tenues. Sé que nadie ha abierto esos libros en décadas, pese a que todos los días una doncella les sacude el polvo. Luego estoy en un lugar muy extraño, una presencia me dice que es un zoológico. Aparece una superficie cuadriculada donde veo formados muchos animales de plástico: hay antílopes, renos, osos; llega mi hermana Vero y me dice que lo único que vale la pena son los changos. Entro a un salón largo y oscuro: en uno de los extremos hay un cristal; del otro lado se supone que viven los changos. Trato de distinguirlos, pero sólo noto neblina muy espesa y ramas que parecen estar sumergidas en agua; me da un poco de miedo que de pronto se aparezca la cara gesticulante de un simio. Luego salgo a un pasillo largo, llego a unas enormes escaleras circulares y entonces sé que estoy en una universidad lujosa: abajo se ve una explanada por donde caminan alumnos en grupos y unos profesores japoneses. De los altavoces surge una voz femenina y circense que va a presentar a los changos. Miro hacia arriba: donde antes estaban las escaleras circulares aparece un cilindro de cristal donde se supone que viven los changos, pero otra vez no se ven pues la neblina lo cubre todo. Pienso que a lo mejor los changos son alienígenas y que el cilindro es una nave… Despierto

domingo, 24 de septiembre de 2017

24 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Estoy en una sala de proyecciones de una universidad que no conozco: un grupo de imitadores de los Beatles se prepara para tocar. Hay mucha gente: algunos llegan a ocupar los pupitres, otros se quedan de pie. Los imitadores de los Beatles pasan al frente del salón y empiezan a tocar "It won’t be long" a todo volumen; son seis y no cuatro: todos se parecen a George Harrison. En el pizarrón que está detrás de ellos hay dibujos y fórmulas. De pronto estoy debajo de un escritorio pues está temblando, frente a mí hay unas secretarias que platican y comen papitas; me llama la atención que no se ven asustadas… Despierto. 

martes, 19 de septiembre de 2017

19 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Estoy en el departamento de la colonia Álamos donde viví varios años: cortaron la luz y todo está lleno de telarañas. En la mesa de la sala hay una presencia dormida, no sé quién sea pues está tapada con una cobija pero sé que no debo despertarla. Mario González Suárez me llama por teléfono para decirme cómo quedaron mis horarios de la Escuela Mexicana de Escritores: voy a dar ocho horas semanales de clase a un nuevo grupo. Por el auricular escucho el desmadre de los alumnos y me alejo con todo y aparato telefónico de la presencia dormida pues son muchos los gritos. Doy un paso y llego al comedor de la casa donde viví de niño: me sorprende que se junten dos tiempos y dos espacios. En el auricular ahora se escucha a Joana Medellín cantando arias militares: arranco el cable del teléfono para que la presencia dormida no despierte, pero aún así el canto continúa. En eso llegan al departamento un grupo de personas, entre los que recuerdo a Magdalena, Fernando Cárdenas y Angélica Santa Olaya, quien viene acompañada por una hija joven que yo no conocía; vienen todos a desayunar, pues yo los había invitado y no me acordaba. Santa Olaya se pone a criticar la oscuridad y las telarañas; yo la invito a que pase al estudio donde guardo los libros. En la sección de poesía están varios tomos de una poeta africana de ciencia ficción: son muy gruesos y en los lomos hay escenas de elefantes y jirafas que se mueven; Santa Olaya queda sorprendida de que me guste esa poeta. Le enseño mis primeras ediciones de Tario; luego platicamos y ella me dice que su hija estudia teatro y que es muy buena: al final les regalo el Equinoccio de Tario y Angélica Santa Olaya me corresponde con un ejemplar autografiado de su último libro. Luego todos se van y yo me asomo al hueco que hay entre los libreros y la pared: está lleno de polvo y basura, pero en el extremo más lejano brilla un gato egipcio de cristal. De pronto recuerdo que esa habitación solía estar habitada por un espectro. Me tranquiliza pensar que el gato de cristal lo espantó, pero en eso logro percibir al espectro: está oculto en una esquina del techo, hecho bolita y convertido en estambre, lo cual me da mucho miedo. Aparece Liliana Bretón y me dice que no me preocupe, que me vaya a vivir al campo. Luego estoy en medio de una pradera llena de arbustos pequeños y partida en dos por una veredita; a lo lejos se ve un bosque de árboles muy altos. Llega una gallina gris: empieza a picotear alrededor mío, la tomo con las manos y veo que no pesa casi nada. Inflo suavemente a la gallina, la suelto y empieza a flotar como un globo para luego volver a caer en el pasto donde sigue picoteando. Aparece una especie de topo que comienza a olisquearme; luego un pavo real hembra que se esconde detrás de un arbusto y se abanica con un ala. De los árboles surge un pavo real macho que vuela como una flecha por todas partes: también hay unos animalitos extraños, entre reptiles y mamíferos, que se arrastran lentamente entre las piedras. Yo me alejo de la pradera caminando de espaldas, mientras admiro el movimiento coordinado de todos los animales; el topo me sigue y repega su nariz a mis piernas. Entonces llego cerca de una línea transparente que divide la escena: de un lado está la pradera y del otro una avenida de La Florida, Naucalpan. Me acuesto en el pasto y ruedo hacia la línea, hasta quedar con medio cuerpo en la pradera y medio cuerpo en la avenida donde hace mucho sol y es domingo. El pequeño topo se acuesta junto a mí y me pongo a hacerle cosquillas hasta que se convierte en un perro: sé que a Doris le va a dar mucho gusto que lo adoptemos… Despierto. 

lunes, 18 de septiembre de 2017

18 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: tengo que compartir una habitación de hotel con alguien que no conozco; nos asignan una suite enorme con muchas camas. Estoy en uno de los sillones de la salita de la suite, leyendo; llega mi compañero: es alguien muy parecido a mí pero se ve borroso. En la suite de junto se oyen los cuchicheos de unos niños y una señora que los calla. Le digo a mi compañero que si quiere puedo llevarle su equipaje a la mejor habitación de la suite, luego camino por un pasillo de cristal desde donde se ven jardines y fuentes iluminados por luces de neón. Llego al final de un montecito donde hay una cúpula: en el interior se ve una cama enorme con maletas abiertas encima; también hay zapatos de hombre y de mujer tirados en una alfombra. Regreso por el pasillo: a mi alrededor hay explosiones de agua. Entonces veo que se acerca Jorge Llaguno acompañado de varias personas que lo escuchan con atención: aunque no lo escucho, sé que les está explicando algunas teorías sobre la verdadera naturaleza del universo. Luego todo cambia: estoy en la iglesia de Boulevares donde hice mi primera comunión: voy a rezar por mí y por Doris. Cuando entro, descubro que se trata de la recepción de un hotel antiguo. Hay una sección donde venden revistas: empiezo a hojearlas y aparece una bruja chiquita; me dice que esas revistas son malísimas. El hombre de la recepción me mira feo, así que decido comprar La Jornada: en el encabezado hay unas imágenes del disco Lizard de King Crimson; no sé si se trata de un anuncio o qué, pero me parece rarísimo. En una parte del hotel están Gina y Alberto platicando con unos psicoanalistas yuppies: me les acerco y les enseño el periódico, aunque sé que la única que tal vez conozca el disco sea Gina. Uno de los psicoanalistas yuppies me arrebata el periódico y me dice que quiere tener ese disco a como dé lugar; luego empieza a caminar a grandes zancadas hacia la zona de tiendas. Lo sigo; en el camino él me cuenta que es muy fan de Mr. King. Lo corrijo, diciéndole que se refiere a Mr. Bungle; él dice que no: Mr. King, un rapero. Sé que si compra el Lizard no le va a gustar, pero ya estamos en la tienda de discos y él está hablando con una de las empleadas. Miro la tienda: es curva como el interior de un platillo volador; en los altísimos estantes hay Lps de jazz con portadas exóticas, pero también cajas de cereales y juguetes. Aparece Doris y dice que nos acaban de pagar, que compremos unos discos de Editorial Atalanta... Despierto. Segundo sueño: estoy en la casa donde viví de niño; mi mamá me informa que acaba de comprar un tocadiscos nuevo: es blanco, muy pequeño y lo acomodó en una repisa de su recámara. Le digo que hay que ponerlo en la sala para que podamos usarlo todos; al bajar las escaleras veo que hay un fonógrafo descompuesto tirado en el piso. Luego todo cambia y estoy con Doris en la Comer donde tenemos que comprar pescado para los invitados de la cena. Vamos formados en una fila muy larga; sin querer tiro un chocolatito y un muchacho con uniforme de secundaria y su novia empiezan a regañarme. Les digo que se callen y en ese momento descubro que el suelo está lleno de mazapanes, pulparindos y otros dulces pisoteados. Doris ya no está; voy a buscarla y me la encuentro sentada junto a la puerta de una bodega acariciando a un pequeño pingüino: me dice que está moribundo y que hay que tratar de salvarlo. El pingüino es blanco y hace gestos ridículos. Voy a la sección de pescados y mariscos a preguntar quién puede ayudarnos: detrás del alto mostrador hay varios empleados, hombres y mujeres, vestidos de blanco. El empleado líder habla, pero como tiene la boca toda chimuela no entiendo nada de lo que dice. Regreso con Doris, me explica que un hombre ya se llevó al pingüino para curarlo en su casa. Entonces aparece la imagen del hombre: es un pandillero, usa chaleco, sombrero negro y está montado en una motocicleta; frente a él se ve una autopista recta que cruza el desierto de Australia. El hombre arranca su moto: a ambos lados se ven dos camionetas grandes llenas de chicas en bikini que, emocionadas, le mandan besos. Para lucirse con las chicas, el motociclista se detiene, saca una pistola, arroja un pentáculo de metal al suelo y empieza a dispararle. Entonces el sueño regresa a la Comer: Doris me dice que arrestaron al motociclista y que tengo que ir a su guarida a rescatar al pingüino. Busco la guarida en el mapa: es en Boulevares, la colonia donde viví de niño. Luego estoy en nuestra casa actual: sé que Diana (la veterinaria de nuestros perritos) va a curar al pingüino, pero como no ha llegado tengo que guardarlo mientras en el refrigerador, a riesgo de que se coma las granadas y el relleno de los chiles en nogada que hizo Doris… Despierto.

jueves, 14 de septiembre de 2017

14 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: Doris y yo vamos en una camioneta; nos acompaña nuestra amiga María Islas y un grupo de desconocidos. Estamos recorriendo el campo de Michoacán: alrededor se ven vacas pastando y pinos largos. Nos metemos a una vereda lodosa, la camioneta se atasca y tenemos que bajarnos para poner unas tablas y poder seguir avanzando. En lo alto de una loma pasan camiones lentos, gritamos para que nos ayuden pero nadie nos oye. Luego estoy en la cocina de mi mamá: hay invitados a comer y tengo que preparar una jarra de limonada. Busco entre montones de trastes sucios: todas las jarras están llenas de agua. Junto al fregadero hay un filtro de agua chorreando. Le digo a mi mamá que el agua se está tirando, ella dice que lleva así varios días pero que no ha tenido tiempo de llamarle al plomero. Interrumpo la elaboración de la limonada y salgo a llamar al plomero que vive en la casa de enfrente (lo cual no es cierto en la vida real). Luego todo cambia: Doris y yo somos niños y estamos acostados en la alfombra de casa de su mamá: nos dormimos al mismo tiempo y comienzo a soñar. En el sueño hay un ratón tipo Mickey Mouse corriendo por un pasillo angosto de paredes muy altas: llega a una encrucijada y se le aparecen tres objetos con patas, manos y cara que empiezan a perseguirlo (una pala, una aspiradora y un rastrillo de jardín). Despierto y veo que Doris también despierta: le pregunto que soñó y me describe el sueño que acabo de tener. Nos ponemos a gritar de gusto; entonces me doy cuenta que estamos abajo de un enorme arbolito navideño repleto de adornos, luces y esferas… Despierto. Segundo sueño: nos encontramos Doris y yo en un restaurante al aire libre; nos acompañan Itzeel, Enrique y otros que no recuerdo. Tengo que hacerle una llamada telefónica a mi amigo Manolo, pero cada vez que lo intento me contestan diferentes personas que no lo conocen. Me aparto de la mesa donde estamos y camino por una calle encharcada: en el suelo hay una hormiga muy veloz que carga una hoja de colorín; cuando pasa entre mis pies, se convierte en una araña. Comienza a llover. Mientras sigo llamándole a Manolo, rodeo un volkswagen blanco que está estacionado: una mujer me contesta pero no me escucha. Entonces veo que la mujer que me contestó el teléfono está sentada en el asiento del copiloto del volkswagen: es una señora mayor muy arreglada y algo siniestra. Me asusto y regreso corriendo con Doris y los demás: acaba de llegar un muchacho al que todos quieren y admiran: se llama Tony y nunca lo había visto. Él está hablando de su vida universitaria y todos lo escuchan con atención. Lo interrumpo para que me diga si yo sigo inscrito en la escuela y él me dice que no, pero que no me preocupe, que eso no tiene la menor importancia… Despierto. Tercer sueño: hay un espía muerto en una sala; yo y otros hombres lo estamos velando. El ambiente es tétrico, levemente apocalíptico. Las paredes de la sala son de cristal: afuera se ve una ciudad oscura y amenazante. Se supone que el espía fue un hombre célebre y tenemos que hacerle un homenaje para que nunca lo olviden; de unas escaleras baja lentamente Óscar Luviano, quien en el sueño es una especie de sacerdote. Rodeamos al espía, los otros hombres son más viejos que yo: todos vestimos de negro, a excepción de Luviano que va de blanco. Entonces sale un tren disparado hacia el cielo, cruza el espacio y en ese momento sé que después de la muerte, la vida continúa hasta el infinito... Despierto.  

martes, 12 de septiembre de 2017

12 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: es muy temprano y voy caminando por unas calles desconocidas de la colonia Roma; alrededor hay muchos árboles cargados de pájaros que cantan. En las escaleritas de un lujoso edificio encuentro una revista muy grande: la paro en el suelo y me llega al mentón; al revisar las páginas veo varios anuncios de los años 50s y un artículo con fotos sobre los Xochimilcas que me interesa mucho. Cargo la revista a mis espaldas y empiezo a caminar. Paso por un camellón lleno de bancas; en una de ellas están Alberto Buzali, Sophia Barba y Nancy Michell comiendo sándwiches; al verme me saludan con gusto (en el sueño, Sophia y Nancy son hijas de Buzali). Sigo caminando: más adelante, en otra banca, están mis actuales alumnos de la Escuela de Escritores, leyendo libros. Descubro que en la portada de la revista hay una foto de Jaime Sabines; como no quiero que los alumnos crean que me gusta Sabines, barajeo las hojas para que queden a la vista las fotos de los Xocimilcas. Cuando estoy pasando frente a ellos, me doy cuenta de que lo que en realidad se ve es el anuncio a página completa de un taller automotriz que muestra a una mujer gorda con muy poca ropa. Me da un poco de pena, así que me oculto detrás de la revista esperando que no me hayan reconocido. Entonces me asomo por el borde de las páginas: mis alumnos están corriendo en tropel hacia el horizonte: a lo lejos se ve una montaña coronada de nubes. Enfoco la mirada: entre las nubes hay un enorme platillo volador que apenas se distingue; parece un ser orgánico y me da mucho miedo. De pronto aparecen en la revista los diez mandamientos, pero escritos en jeroglíficos alienígenas… Despierto. Segundo sueño: me encuentro en una reunión con varios amigos de los grupos Facebook de rock progresivo; todos están sentados en una confortable salita. Yo lo miro todo desde la parte alta de una litera: los demás me dijeron que me fuera ahí para que no echara desmadre. Junto a mí está mi perrita Frida, pero de bebé. Entre los invitados reconozco a varios: Juan Bobadilla, Ben Ponce, Jacovich Gma y Eduardo Gómez Espinoza quien pone en un tornamesa el Selling England by the Pound para su análisis y discusión. Bajo de la litera y paso a una bodeguita para llamarle por teléfono a Doris; desde una ventana redonda se ve la casa de la vecina de enfrente, pero totalmente en ruinas. Regreso a la reunión, Eduardo está repartiendo unos enormes platos de sopa de verduras: se supone que es un platillo típico inglés y que hay que comérnoslo mientras escuchamos el disco. Subo a la litera; aunque la sopa está riquísima es mucha para mí, así que saco algunos cubitos de papa del plato y se los doy a Frida. De pronto el sueño cambia y estoy en la parte trasera de un automóvil grande: miro el espejo retrovisor del parabrisas y descubro que quien maneja es mi amigo Timo. Me dice que acaba de rentar el auto y que vamos a revisar las ruinas que se descubrieron en la casa de la vecina de enfrente (las últimas semanas ha habido albañiles en la casa que está casi enfrente de la nuestra). Luego estamos Timo y yo bajando unas escaleritas de metal que dan a una excavación: alrededor hay albañiles con palas y mujeres que cantan mientras acarrean cubetas llenas de tierra… Despierto. 

lunes, 11 de septiembre de 2017

11 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estamos en el campo, Doris acaba de encontrar varias tejas llenas de jeroglíficos. Recargamos las tejas en una pared de tierra, debajo de un árbol; Doris dice que necesitamos que alguien las traduzca. Aparece un hombre viejo, usa sombrero y huaraches; nos dice que su sobrino puede traducir las tejas, pero que fue por unos tamales. Al poco rato aparece el sobrino por una vereda: es un señor gordo que parece niño; trae en la mano una bolsa llena de pañales. Me sorprende haber confundido la palabra "tamales" con la palabra "pañales". El sobrino revisa las tejas y dice que nos cobra $1,800; Doris dice que está bien: a mí me parece mucho, pero no digo nada. Entonces vemos a mi tío Eduardo detrás de un mostrador; dice que él puede conseguir quién nos haga la traducción por $1,200. Luego todo cambia: me encuentro en un baño muy pequeño cuya pared está llena de cuadros. Veo un diminuto rombo que tiene la acuarela de un corazón con alas que me parece muy cursi. Saco un plumón y le pinto cara al corazón; luego le agrego un sombrerito con flor, pelo largo y un par de piernas con medias y liguero. Alguien toca la puerta. Temiendo que sepan que fui yo quien modificó el rombo, decido guardármelo debajo de la chamarra para que no lo vean. Luego voy huyendo por el centro de Tlaxcala (viví un tiempo ahí a mediados de los noventas). Es medianoche y las calles están vacías. Corro por una avenida ondulada, me siguen unos policías en su patrulla. Entro a una casa grande: recorro recámaras largas donde duermen señoras encobijadas hasta la cabeza; aunque veloz, voy de puntitas para no despertarlas. A mi paso tengo que esquivar sillas de ratán y jaulas con gallinas; en una ventana hay unos niñitos riéndose que me dan mucho miedo. Salgo a una especie de patio, de ahí paso a un estudio de grabación donde está Doris arreglando un guión con Rodolfo, su jefe. En la mesa donde trabajan hay muchos papeles y tazas vacías; me siento a observarlos. Cuando terminan, Rodolfo dice que es muy noche, que hay que descansar. Bajamos unas escaleras, Rodolfo pone un disco de "hustle" a todo volumen y apaga la luz. Cuando salimos, y mientras está cerrando con llave, nos dice que la música es para que los fantasmas no se aburran. Le digo que los fantasmas van a odiarlo… Despierto. Segundo sueño: estoy en la salita de un museo donde la poeta Flor Cecilia Reyes está exhibiendo una colección de monedas. Se supone que son monedas para poner en unas máquinas muy antiguas que a cambio dan regalos: disimuladas en una pared hay varias ranuras con diferentes fechas. Luego estoy tendido en la banqueta, junto a un auto nuevo que está estacionado en un camelloncito triangular: frente a mí desfilan decenas de secretarias y oficinistas muy apurados. Son las 7:00 de la mañana. Estoy vestido como limosnero; una señora de lentes sale de una puerta y hace ruido para espantarme; supongo que es la dueña del auto y teme que le robe algo. Me levanto y me voy caminando por una avenida muy ancha en cuyo centro hay una zanja enorme. Me asomo: al fondo de la zanja se ven tuberías, cables y un piso lodoso. Aparece un grupo de muchachas; llevan un perrito y van cantando. De pronto el perrito brinca a la zanja y una de las muchachas grita desesperada: salto detrás del perrito y logro agarrarlo antes de que se meta a un tubo; descubro que las paredes de la zanja están llenas de máscaras. Salgo y les regreso el perrito a sus dueñas, quienes se ponen muy contentas y agradecidas; me veo lo pies: están llenos de lodo pero no me importa. Sigo caminando y llego a un local donde mis amigos Jessica y Héctor están escuchando una extraña versión de Star Wars en el radio mientras desayunan; les pido una pluma pero me dicen que la que tienen no sirve. Luego estoy en una papelería probando plumas: ninguna escribe bien, todas son azules pero de diferentes tonos. Un señor me mira muy serio desde un mostrador lejano… Despierto. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

7 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Doris y yo estamos de vacaciones en un hotel de playa; compartimos una enorme suite con un joven matrimonio alemán. La estancia de la suite está muy desordenada: hay sábanas hechas bolas en el suelo y restos de comida en la mesa del comedorcito. Estoy triste porque al día siguiente tenemos que regresarnos; abro una pequeña alacena y veo que está repleta de golosinas. De pronto llega el matrimonio alemán: la mujer va regañando al hombre; me llama la atención que ella está casi rapada y él tiene el pelo muy largo. Les digo que pueden tomar los dulces que quieran de la pequeña alacena; esto les da mucho gusto y se ponen a brincar como niñitos. En el sueño recuerdo otro sueño reciente (que en realidad no sé si tuve) donde estoy armando la pequeña alacena: es un castillo de juguete en el que voy acomodando mosqueteros de plástico y una carroza en miniatura muy detallada cuyas piezas son comestibles; hay chicles y gomitas que al mismo tiempo son las almas de los muertos durante la Edad Media. Entonces Doris me dice que vayamos a la alberca; me pongo un traje de baño de abuelito y busco unas toallas. Salimos de la suite y caminamos por un pasillo; las camaristas que andan rondando por ahí son esquimales. Antes de llegar a la alberca pasamos por una sala con muebles de bambú y muchas macetas llenas de plantas tropicales: en un extremo hay un hombre jugando solo al parkase. Le digo a Doris que por la noche podemos ir a esa sala a leer. Subimos unas toscas escaleras de piedra: la alberca está arriba y tiene forma de gajo. Veo que hay muy pocos nadadores y que el agua, de un verde muy profundo, está inmóvil y sobresale los límites de la alberca como si todo se hubiera congelado en el tiempo. Corro alrededor y entonces descubro que el agua de la alberca y el agua del mar son una sola y eso me causa mucho terror. Camino hacia la playa; hay mucha gente viendo como el mar está detenido en el aire: en la cima hay una amenazante pandilla japonesa. Un joven gay les dice a los pandilleros que por su culpa se va a inundar todo; se siente mucha tensión. De pronto aparecen del lado del hotel varios hombres furiosos, dispuestos a enfrentarse a la pandilla. Decido que la posible inundación no es mi problema, así que  paso entre los pandilleros y empiezo a escalar una ola; Doris se queda atrás. Cuando llego a la cima veo el mar en su totalidad: es una vista sobrecogedora pues todo está inmóvil en el tiempo, y en algunas partes hay abismos inmensos y profundos. A lo lejos se ven islas y ballenas que son al mismo tiempo barcos; todo el horizonte está lleno de cosas. Regreso por Doris, le digo que nunca he visto nada tan impresionante. En las cercanías, donde alguna vez estuvo la playa, vemos a unos cerdos mecánicos persiguiendo a bañistas que chapotean: se trata de un juego de moda que cuesta un dólar por minuto de persecución. Volvemos a pasar por el pleito de los pandilleros, avanzamos y llegamos a la orilla del primer abismo. Muy abajo, rodeada por inmensas paredes de agua, se ve una caravana árabe empequeñecida por la distancia: llevan con ellos a un camello mágico, ataviado con velos y cuentas de cristal. Seguimos avanzando hacia el mar abierto, ahora navegamos sin movernos. Volteo hacia donde está el hotel y veo una torre altísima que se aleja a toda velocidad; Doris dice que vamos a llegar a Europa, lo cual nos pone eufóricos. Yo le digo que estamos soñando. Despierto: me encuentro en la habitación de la suite; Doris sigue dormida. Entonces sé que estamos soñando lo mismo (lo cual ha pasado algunas veces en la vida real)… Despierto. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

6 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Estoy en una librería muy antigua: hasta donde alcanza la vista hay estantes de libros viejos y muy maltratados. Me detengo frente a un librerito para buscar la última novela de Paul Auster: todos los volúmenes que están ahí se ven destartalados, grises y llenos de mugre. Saco un pequeño cuaderno; se trata de la primera y rara edición de un libro de cuentos de Ignacio Betancourt: veo que tiene algunos dibujos de flores, árboles y casitas, más unos poemas dedicados a una señora. Pienso que puede ser valioso, pero le faltan más de noventa páginas así que vuelvo a ponerlo en su sitio. Reviso otros libros: hay uno que narra la vida secreta de Jesús en China y Japón; cuando lo abro veo que está lleno de hongos. Me agacho y encuentro un libro grande y nuevo que tiene una cubierta plástica totalmente negra: al quitarla, descubro que se trata de una biografía del Che Guevara. Abro el libro y empieza a sonar una marcha militar: en la cuarta de forros hay una nota escrita por mi amigo Luis Barrera, especialista en el tema. Luego estoy con Doris en un aeropuerto, llevamos un rato esperando a que salga nuestro vuelo. Hace frío y vamos muy abrigados con orejeras, bufandas y gorros de estambre; a lo lejos, junto a una de las puertas de entrada, está Mave Gaya comiéndose una dona. Nos acercamos a un local: desde los cristales vemos que se trata de la oficina de Vicente Leñero, quien está sentado en su escritorio revisando unos papeles con su secretaria. Nos sentamos en el suelo, tratando de que nuestras cabezas queden por debajo del cristal para que Leñero no nos regañe. De pronto, la madera del barandalito que está situado justo donde termina la ventana, se hace elástica y empieza a reducirse hasta reventar haciendo mucho ruido. Nos vamos presurosos de ahí. Yo estoy preocupado porque no sabemos dónde está el equipaje y necesito usar mi lap. Entonces pienso que no sería difícil robarme la lap de otro pasajero: que puedo votar la clave con el software que hizo Edgar Ríos y que tengo guardada en mi usb. Aparece  Rod Serling  y, ceremoniosamente, nos indica que ya podemos abordar (anoche estuvimos viendo episodios de The Twilight Zone). Recorremos un pasillo largo hasta llegar al avión: es un cubo muy grande donde todos los pasajeros van acostados en cobijas y petates. Unas señoras nos indican que en el fondo hay lugar para nosotros; en una ventanilla está Gilberto Soriano pero no nos ve. Empieza a retumbar el sonido de las hélices. Luego todo cambia: estoy viendo una animación en mi lap: cada determinado tiempo oprimo "alt-ctrl impr pant", para guardar los fotogramas. Al final descubro una serie de imágenes muy extrañas: plumas de pavorreal, explosiones multicolores de luz, paisajes extraterrestres. La que más me impresiona es la escena de un hombre cayendo: se ven las suelas de sus zapatos en primer plano, y al fondo un lavabo y un excusado… Despierto. 

martes, 5 de septiembre de 2017

5 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Doris y yo descubrimos que uno de los muebles de la recámara tiene una pequeña mancha de agua en la superficie: al voltear hacia el techo vemos una gotera, así que movemos el ventilador que se encuentra sobre el mueble para que con el goteo no haya un corto circuito. Luego estamos en el consultorio de Diana; nos dice que Judy (q.e.p.d.) sigue muy débil y que hay que darle un medicamento más eficaz. Veo a Judy: está dormida pacíficamente; casi no se mueve pero aún respira. Luego el sueño cambia: es mi cumpleaños y Magdalena Castro, Nelly Marina y Eda Sofía (mis ex alumnas de tarot) me acaban de obsequiar una Enciclopedia de las Animaciones que consiste en 4 lujosos libros y 4 DVDs. Abro el tomo 1: se trata de un libro grande y blanco, de pasta dura. En las páginas centrales se ve a Brutus (el personaje de Popeye): va corriendo por un paisaje desértico. Delante de él va un viejito que de pronto salta hacia arriba y se mete a unas nubes oscuras: de inmediato vuelve a caer, completamente negro, sobre los hombros de Brutus quien empieza a sacudirse, furioso. Se escucha una voz en off explicando, en inglés, que el resto de esta extrañísima animación se ha perdido, pero que los Estudios Disney hicieron una recreación. Entonces aparece en las páginas un fragmento de The Jungle Book: los personajes están todos distorsionados y coloreados a medias. En la parte de abajo del libro veo un botón blanco: hay que oprimirlo para que la animación se detenga… Despierto

lunes, 4 de septiembre de 2017

4 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en el jardín de una mansión enorme, frente a mí hay unas escaleras donde posan varias mujeres que usan sombreros anchos y largos vestidos de seda. De pronto aparece un automóvil antiguo que me tapa la visión: a través del cristal de las ventanillas se siguen viendo las mujeres, pero ahora son más viejas y siniestras. Bajo a un estacionamiento subterráneo muy oscuro y regreso con dos ramas gordas en forma de horqueta que necesito; llega nuestra amiga la Chulis y me dice que las mujeres son hechiceras. Luego entro a la mansión: el interior es nuestra casa, aunque algo diferente; hay estambres de colores colgando en todas partes. Doris me explica que Lucy y Juan, los vecinos de junto, están construyendo un río subterráneo que va a pasar por debajo de la biblioteca: aparece la imagen de un río caudaloso, sostenido por pilares como estalactitas. Doris dice que hay que investigar si el río arrastra esferas de pirita, que son valiosísimas; de no ser así, entonces tendríamos que demandar a los vecinos. Veo a Lucy y Juan platicando en su propia sala: dicen que su familia es normal, pues sus hijos, aunque no trabajan ni estudian, siempre se levantan temprano. De pronto sale de la pared un niño gordo que en el sueño es mi hermanito, me dice que vayamos corriendo al cuarto de los juguetes a disfrazarnos de caníbales. Ya disfrazados, llegamos a donde está el hijo de Lucy y Juan viendo la tele: comenzamos a danzar y a dar alaridos a su alrededor para asustarlo; junto a nosotros brincotean varios perritos. Luego entro a una sala de costura, donde supuestamente está mi amigo Timo escribiendo un artículo en mi computadora vieja, necesito verlo para preguntarle algo importante (no recuerdo qué). Timo no está, pero sí dos chavitas que en el sueño son Andrea Ávila y Alina Toalavía, pero de niñas. Están jugando al resorte con otras niñas un poco más grandes; me dicen que Timo acaba de regresarse a Mérida y que se llevó mi compu… Despierto. Segundo sueño: voy caminando con Doris por una calle, un tipo con cara de camello se nos cierra en su automóvil  y dice palabrotas. Le pego fuerte en el hombro con la punta de un paraguas, él se asusta y acelera su auto para luego chocar de frente con una de las columnas que sostienen el segundo piso del periférico. Doris y yo nos subimos a nuestro auto y arrancamos; al encender el radio, escuchamos al cara de camello diciendo que va a ir con su hijo a ver el nuevo episodio de The Twilight Zone. Pasamos por una avenida donde hay dos policías durmiendo dentro de una patrulla estacionada; Doris se desvía y se va por unas callecitas muy estrechas. Al final se ven el hombre cara de camello y su hijo sentados en la mesa de la cocina: alguien les sirve un platón donde hay un mapamundi de salsa verde… Despierto. Tercer sueño: Doris y yo estamos en un balneario con mis tíos y primos; es un impresionante lugar lleno de vegetación y rodeado de cascadas verdes. Arriba hay unas construcciones amarillas de piedra con cierto aire oriental; pienso que es el paraíso. Me alejo del grupo: subo por escalones de agua y entro a las construcciones. Luego cruzo un pasillo encharcado; me doy cuenta de que estoy descalzo. Llego a una especie de cueva; ahí, mi mamá me regala una almohada muy lujosa: "para que puedas dormir bien", dice. Me acuesto a dormir y sueño con una mujer que está frente a un precipicio neblinoso: a unos metros del borde sobresale una torre delgada y muy retorcida donde se supone que vive un gigantesco gusano prehistórico. La mujer es una arqueóloga: sé que su esposo está en la India y que maneja un jeep; también sé que el gusano gigante vive en las aguas profundas y que a lo mejor ya está muerto. De pronto, el precipicio se convierte en un fregadero donde estoy lavando los trastes: veo cómo se escurre el agua, pero ahora entiendo que todo va a dar a donde está el gusano, vivo o muerto. Luego estoy con Doris en un restaurante japonés; llegan Gina y Alberto y nos dicen que ellos invitan, pues acaban de ganarse un premio. Alrededor de la mesa hay muchos exhibidores con diferentes tarjetas en forma de peces: empiezo a sacarlas todas para verlas bien, pues quiero completar la colección… Despierto.  

viernes, 1 de septiembre de 2017

1 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Primer sueño: estoy en el local de un enorme mercado, mirando como unas señoras hacen nixtamal; alrededor pasa mucha gente ruidosa. Salgo y me tropiezo, un hombre gordo que vende agua de jamaica en un vitrolero se me queda mirando. Luego voy por el mismo mercado, pero en el segundo piso: estoy buscando a Doris, Ingrid y Magdalena, quienes supuestamente llevan al brujo Juan Baltazar a que lo cure otro brujo. Recorro pasillos, salones de belleza y tiendas de abarrotes: siempre escucho las voces de Juan y Doris, pero cuando llego al lugar de donde provienen, acaban de irse a otra parte. Por fin llego al local del otro brujo: hay una sala de recepción con sillones y revistas antiguas; en una mesita duerme un gato blanco. Aparte de mí, no hay nadie ahí, y aunque sé que del otro lado de la pared están Doris, Juan y las chicas, no veo ninguna puerta que pueda yo cruzar. De pronto oigo la voz del otro brujo diciéndole a Juan palabras incomprensibles; él le contesta: “¡necesito músculos!”. Salgo a un balcón lleno de plantas: abajo, en la calle, se ven dos camiones de carga de donde algunos hombres bajan rejas de frutas y pescados. Llego a una puerta de metal y la abro de un empujón; entonces caigo a un sótano donde están las creaciones del otro brujo: se trata de seres largos como velas, pájaros, algunas gárgolas, un Frankenstein… todos caminan despacio y con la mirada perdida, tropezándose y chocando con los muebles. Del otro lado del sótano hay una ventanita, me asomo y veo a Magdalena: está saliendo de una vivienda muy pobre y usa un uniforme de secundaria. Acude a mi memoria una escena donde Óscar Luviano llevaba a Magdalena niña de la mano al kínder. El sueño cambia y ahora estoy con Doris en la mesa redonda de una tienda de cómics; con nosotros están Mave Gaya, Itzeel Reyes y Enrique Layna; todos comemos quesadillas. A un lado, en una mesa chiquita, Enrique Urbina y Hugo Álvarez juegan con unas cartas de Dragon Ball… Despierto. Segundo sueño: estoy en los pasillos de ENEP Acatlán; delante de mí muchos oficinistas marchan con sus trajes y portafolios; todos usan lentes. Subo por un prado: en un cubículo están maquillando a una edecán alta que va a convencer de no sé qué a los nuevos estudiantes. Cuando la edecán sale del cubículo, veo que tiene la cara llena de dedos que se mueven y que debajo de su minifalda se asoman unas repugnantes alas negras. Entonces me subo al portafolios samsonite azul que usaba en la secundaria y me deslizo por los prados como si fuera surfeando; cruzo palmeras llenas de cocos, el pasto se convierte en agua. De pronto me doy cuenta de que mi prima Martha me va siguiendo en su propio portafolios: se ve feliz y eso me da gusto. Empiezo a acelerar, a mi paso veo como todo se difumina y voy volando hasta que doy un fuerte golpe en el agua. Descubro que ahora voy en una balsa grande hecha de ruedas horizontales y que me encuentro en medio del Parque Naucalli, que está totalmente inundado. Hasta donde alcanzo a ver hay agua: sólo sobresalen jacarandas llenas de pájaros dormidos; arriba el cielo está muy nublado. Pienso que mi papá me ha estado esperando muchas veces para desayunar y que yo nunca llego… Despierto y trato de anotar mi sueño, pero no puedo moverme; alrededor hay una luz muy extraña, como si estuviera adentro de una canica verde. Alguien pone frente a mí un platillo con pequeños manjares (anoche Doris y yo vimos The Dinner, la peli); veo que la charola donde descansa el platillo está en el aire, como sostenida por manos invisibles. Luego estoy viendo una encuesta en Radio Fu Manchú: se trata de "The Who" vs "Moto", una banda zeuhl japonesa buenísima, y que lleva mucha ventaja (tal banda no existe en la realidad)… Despierto. 

17 DE FEBRERO DE 2019