miércoles, 30 de agosto de 2017

30 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: estoy en una casa de varios pisos. En el centro de la casa hay unas escaleras de piedra en espiral que dan a las recámaras: cada recámara tiene una decoración diferente. Voy saltando veloz por las escaleras, necesito encontrar mis cosas pues nos vamos a ir de ahí. Entro a una de las recámaras: hay un tocadiscos y un montón de LPs; reconozco el de Raccomandata Ricevuta Ritorno. Luego voy bajando por las escaleras y llego a un lugar donde hay varias personas vendiendo juguetes piratas; al querer pasar por ahí, tiro sin querer un estante donde hay muchos héroes plásticos de anime. El dueño de ese puesto se me queda viendo pero no dice nada. Me dirijo al cubo de la escalera y empiezo a volar hacia arriba. El sueño cambia y estoy en un mercado del Centro de la Ciudad de México donde hay un laberinto de pasillitos muy angostos, entre escaparates de cristal. Veo que en uno de los escaparates hay un muestrario de hierbas medicinales y estampas de santos; entonces me convierto en un cubanito jorobado y empiezo a bailar: al pasar frente a un espejo, descubro que estoy vestido con un ridículo trajecito a rayas y uso un sombrero plano… Despierto. Segundo sueño: voy caminando por las escaleras de un hotel lujoso pero muy antiguo: quedé de desayunar con Doris y Rose Sousa, quienes van a llegar a un restaurante mexicano que está en alguno de los pisos del hotel. Cruzo pasillos que tienen el suelo como lomas de campo de golf; cuesta mucho trabajo caminar por ahí. Por fin llego al restaurante: desde afuera, por el cristal, veo que los gabinetes están colocados como gradas; en varios de ellos hay familias comiendo, pero en ninguno veo a Doris ni a Rose. Decido quedarme a esperar afuera, pues junto a uno de los gabinetes están unos mariachis tocando a todo volumen y la música me molesta. Me siento en el suelo y saco mi libro para leer en lo que espero… Despierto. 

martes, 29 de agosto de 2017

29 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: voy con Doris en el coche, ella maneja. Es muy noche, cruzamos calles vacías y algo lluviosas; a mí se me antoja un tepache. Pasamos por las cocinas de un mercado: todas están cerradas a excepción de una, donde varias señoras recogen las mesas y lavan los trastes. Doris se estaciona a un lado del camellón: yo me bajo del coche y les pido a las señoras del agua jamaica que tienen en un vitrolero. Regreso con Doris, a quien le duele la garganta; le digo que tome un poco de agua y que con eso se le quita. Luego estamos comiendo "tamal de cubeta": las cubetas son enormes y hay que comérselo con cucharas largas de madera. Mi tamal tiene mucha cebolla y pienso que Doris no me va a querer besar. Luego estoy escondido en una bodeguita secreta que se encuentra en la parte trasera de un establecimiento de envíos postales: espío a los empleados, pues necesito sacar un documento de la caja fuerte. Los empleados entran y salen por una puerta que da al corredor; también pasan dos enfermeras que llevan varios archiveros en una camilla. Cuando por fin todos se van, veo que la caja fuerte está abierta, pero sus puertas son como de cantina y no dejan de moverse: temo que si meto la mano para sacar el documento, pueda lastimarme. Luego el sueño cambia y me encuentro en la sala de espera de un consultorio: se trata de un patiecito cubierto; por la ventana se ve un paisaje rural. Junto a mí hay otras personas sentadas esperando; aunque no la veo, sé que mi mamá está en el consultorio y que va a darles terapia a todos. Las sillas donde estamos sentados son de maderitas de colores, igual a unas que tuvimos mi hermana Vero y yo cuando éramos niños. Se abre una puerta y entran dos chistosísimas mujeres flacas con cara de pajarraco; aunque son idénticas, sé que son madre e hija. Se sientan junto a mí y una de ellas me pregunta que si yo soy el famoso tarotista. Le contesto que no soy famoso pero que sí hago lecturas de tarot; ella me dice que un importante gurú me recomendó y que quiere hacer una cita. Entonces se vuelve a abrir la puerta y entra un señor gordo y pelón vestido de blanco; se supone que es el hermano gemelo de la mujer… Despierto. Segundo sueño: estoy en la azotea de la casa, frente a mí hay un puente colgante que da a una casucha hecha de materiales diversos y que flota en el aire. Sé que si cruzo ese puente me será muy difícil regresar, pero al mismo tiempo me da curiosidad entrar a la casucha, pues ahí viven unos salvajes que nadie ha visto. Luego estoy en la recepción del Hotel Jardín Amazonas, donde trabajé varios años a finales de los 80s; junto a mí están Toni Rodríguez y Eduardo Parra, pero son casi adolescentes. Entro a la oficina del dueño del hotel, quien aún no ha llegado: le dejo en el escritorio dos ejemplares de la revista La Mandrágora. Hay mucho polvo; desde la puerta de la oficina se ve un pasillo largo y neblinoso. Cuando regreso a la recepción, descubro que Eduardo se apoderó de las revistas y que con su pluma está tachando nombres en la página editorial; le digo que hay que volver a ponerlas en el escritorio. Aparece una enorme mujer monstruo, mide como tres metros y tiene puesto un vestido negro muy elegante: nos dice que ella puede llevar las revistas al escritorio, pero que le echemos aguas por si viene el dueño; en la calle se estaciona un taxi… Despierto. 

domingo, 27 de agosto de 2017

27 DE AGOSTO DE 2017

Estoy en una elegante fiesta que es también la subasta de varias pinturas que iban a ser portadas de discos de rock, pero que nunca se utilizaron. Hay mucha gente y varios mayordomos idénticos sirviendo bebidas; de las paredes cuelgan cuadros enormes de Emerson, Lake & Palmer, Jethro Tull y Pink Floyd. Me acerco al cuadro que se encuentra al final de un pasillo: es una pantalla donde están pasando un programa de televisión de los 50s. El programa es un concurso que se llama "Carambola humana"; las secuencias son en blanco y negro, casi plateado. Me quedo absorto, mirando el programa: en una toma aérea, un hombre hecho bola rueda en el suelo hasta un agujero donde se supone que hay otros hombres y mujeres también hechos bola. Cuando el hombre logra entrar al agujero, todos los que estaban ahí salen encadenados, reptando en conjunto como un gran gusano humano. Me sorprende que se hiciera un programa tan raro en esos tiempos, pero la sorpresa es mayor cuando descubro que uno de los participantes es Carl Sagan de joven. Luego todo cambia y estoy viendo una comedia que trata de una señora muy gorda que vive feliz con su marido, sus hijos y su perro. La casa de la señora es una especie de barco o mantequillera gigante, donde las habitaciones son capas delgadas y transparentes. La señora dice que la cocina y el baño son de su pertenencia: entonces veo una cocina japonesa donde todo está pulcramente ordenado y un baño con una tina larga en cuyo interior chapotea feliz el perro de la casa… Despierto. 

sábado, 26 de agosto de 2017

26 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: es muy noche, me encuentro en el interior de un carro alegórico sin techo; conmigo está Enrique Bernal. Vamos disfrazados de centuriones, aunque también parte de nuestro atuendo son cuernos, colmillos y garras. Le voy contando a Enrique mis experiencias en otros desfiles y él me escucha con interés. Recorremos calles oscuras y vacías; salimos a una avenida arbolada que tiene un gran camellón en el centro. De pronto, en el cielo aparecen varios platillos voladores luminosos que se mueven de manera errática. El carro se detiene y le digo a Enrique que nos bajemos a sacar fotos. Vamos corriendo a lo largo de la avenida; arriba los platillos voladores se ven impresionantes. Entonces llegamos a una bocacalle y descubrimos que los platillos son en realidad las luces de unos reflectores que manipulan dos tipos fortachones. Junto a una pared hay otro fortachón girando una palanca que mueve varios columpios tripulados por niños muy pequeños. Hay otros niños y niñas formados esperando turno para subir a los columpios; todos van vestidos de blanco. A un lado de la pared hay una larga alambrada por donde se ve, a lo lejos, un bosque oscuro. Luego estoy en una cabaña casi vacía: sólo tiene un colchón en el suelo y una mesa baja donde hay pan rústico en un plato. Salgo de la cabaña: está amaneciendo y frente a mí se ve un paisaje muy bello de montañas, bosques y nubes. Hace frío y siento mucha tristeza. En otra cabaña cercana se ve gente en el interior; pienso que son scouts. Regreso a mi cabaña: sé que debo pasar ahí varias semanas hasta sentirme bien, pero me preocupa que no tengo libros ni cuadernos para entretenerme… Despierto. Segundo sueño: estoy en una salita platicando historias con algunos camaradas: Jacovich, Eduardo Gómez, mi primo Horacio y el Kapus (un amigo de los ochentas que nunca volví a ver). Llega Juan Carlos Barrera con una libreta a interrogarnos sobre un robo, pero no le hacemos mucho caso pues no sabemos nada. Se va un poco molesto y entra a una cocina donde varias mujeres están haciendo de comer. Entonces aparece en mi sueño un árbol grande. Al acercarme, descubro que tiene un agujero ovalado en el tronco por donde empiezan a aparecer imágenes: se trata de las fotos de varios forajidos que busca la justicia y por los cuales ofrecen fuertes recompensas… Despierto. 

jueves, 24 de agosto de 2017

24 DE AGOSTO DE 2017

Estoy arreglando la biblioteca: a los libros de ciencia más nerds les pongo en el lomo unos lentecitos de plástico. Hay dos libros de un científico que fracasó y que valen muchísimo pues ya nadie los lee. Veo una breve película de la vida de ese científico; es como una cinta de cine muy rudimentaria que al final se adelgaza y es tragada por un hoyo negro. El científico es John Turturro. Doris está junto a mí, hablándole por teléfono a Sven Doehner, pues van a organizar un curso de brujería. De pronto estamos en una calle arbolada. Entro a la pocilga donde vive mi padrinito; un teporocho que se la pasa jugando al ajedrez con Tzekub Baloyan (el personaje de Chanoc), a quien siempre le gana. Le digo a mi padrinito que me deje pasar a su baño, él me señala una puerta y entonces cruzo un pasillo lleno de basura, cobijas sucias hechas bolas y perritos durmiendo. El baño es un desastre de goteras, cubetas y tubos rotos. Cuando salgo, Tzekub ya se fue y mi padrinito me invita a echarme una partida: veo que su ajedrez está incompleto y que junto al tablero hay varias torrecitas de monedas de a 10 pesos. Regreso con Doris a la calle arbolada: en unas escaleritas están sentados Eda Sofía y Mario Todd; junto a ellos hay una canasta grande. Eda nos dice que alguien les dejó esa canasta y que no saben qué hacer: me asomo y veo que contiene a un bebé dormido. El bebé se llama Gogoduk; pienso que el nombre debe de tener algún significado profundo, que habría que googlearlo. Luego todo cambia: voy con Gilberto Soriano por unas favelas deshabitadas. Es muy noche y volamos como si fuéramos tarzanes, pues un espía fantasma nos está persiguiendo. Desde la altura se ven las casuchas y los edificios despintados: bajamos para escondernos debajo de un puente y entonces nos damos cuenta de que estamos en el Periférico, a la altura de Avenida Observatorio. En el puente, que es enorme, hay otras personas esperando el autobús; casi no hay autos y las personas duermen de pie. A lo lejos se ve un autobús acercándose lentamente: se trata de unos multicinemas que van rumbo a Satélite; cuando están frente a nosotros, el conductor –Luis Boiler abre la puerta y nos dice que si queremos él nos puede llevar sin problema hasta Aguascalientes. Subimos; Gilberto paga. Entonces vemos que en los cines están exhibiendo puras películas de terror… Despierto.

miércoles, 23 de agosto de 2017

23 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: en una pared, sobre la cabecera de una cama, hay varias fotografías y cuadros colgados. Estoy con mucha gente desconocida viendo los cuadros. De pronto descubro que uno de los cuadros cambia cada vez que lo veo; eso me aterra. Les digo a los otros que vean el cuadro: aparecen escenas de un concierto de rock, caras italianas, corazoncitos y animales; en eso estamos cuando de una esquina de la pared surge un vaquero que destruye el cuadro con las manos. Luego voy caminando con Doris por una calle desierta de la colonia Doctores; es muy noche y hace frío. Aparece Libia Brenda y nos dice que podemos quedarnos en su casa a dormir porque a esa hora la zona es bastante peligrosa. La casa de Libia Brenda es muy extraña; la mitad inferior de las paredes es de cristal y sus muebles son como del futuro. Estamos sentados en el comedor tomando café: en la mesa hay muchos libros y cuadernos pues Libia está trabajando en una traducción. En la pared está la imagen de una niña pequeña y completamente rapada; se trata del cartel de la película Stranger Things que acaban de estrenar. Veo a la niña rapada en el baño lavándose los dientes. Luego todo cambia: Doris y yo nos encontramos en la calle sateluca donde viví de niño; está amaneciendo y reina el silencio. Volteo hacia la casa: veo como las plantas de las macetas han crecido de manera salvaje, envolviendo barandales y muros. Miro de cerca el tronco de una bugambilia: tiene una piel con dibujos muy complejos como de tapete persa. Doris me pasa unas botellas de Sidral Light: hay que aventarlas hacia arriba y esperar a que caigan y exploten. Sale la señora Tere, la vecina de enfrente; en el sueño es muy joven y se parece a la Señorita Cometa. Felices, la señora Tere y Doris comienzan a aventar los Sidral Light al cielo; yo me acuesto en el suelo para ver cómo caen… Despierto. Segundo sueño: varios desconocidos y yo estamos en una especie de tren donde cada vagón es un feudo. Tenemos que llegar al último vagón donde está el Infierno; en mi mente, veo escenas anticipadas de ese último vagón: una sala tapizada de terciopelo rojo donde hay maniquíes de ambos sexos vestidos de cuero y plumas, fumando. Vamos pasando de vagón en vagón, en cada uno hay personajes diversos disfrazados. Llegamos a un vagón ovalado donde la entrada es muy estrecha, del otro lado están formados varios buzos; también hay mujeres scouts haciendo la cena. En eso aparece Doris, me dice que me espera en la casa. Paso al vagón del Cielo: se trata de una librería enorme, redonda y llena de luz, parecida a un platillo volador. Antes de entrar, una maquinita me saca una foto mientras se escuchan rezos. La foto se convierte en media máscara que tengo que ponerme y que me hace ver luminoso y santo, aunque también algo deforme, como si fuera un personaje de los Simpsons. Empiezo a revisar los libros que están colocados en los estantes: son las nuevas e inmaculadas novelas de ciencia ficción editadas por la editorial Nova; escojo algunas de autores desconocidos. Detrás del último estante se abre un abismo luminoso: en una saliente está un joven cajero con su máquina registradora exigiendo que paguemos los libros. De un pasillo sale mi amigo Manolo, quien es empleado de la librería, y le dice al cajero que mis libros son cortesía de la casa. Llega un ángel y nos dice que nos pongamos junto al cajero para sacarnos una foto: al hacerlo, caemos en el vacío… Despierto.

martes, 22 de agosto de 2017

22 DE AGOSTO DE 2017

Platico con Fernando Cárdenas, quien en el sueño es un escritor beatnik; lo acompañan su sobrina y un jovencísimo poeta maldito. Estamos alrededor de una mesa metálica, nos rodean las penumbras. Fer está recomendándome al poeta, quien acaba de publicar su primer libro. Yo dudo de las apreciaciones de Fer y empiezo a dibujar con un plumón en una hoja blanca tamaño oficio. Cuando hago temblar la pluma, el dibujo aparece solo: se trata de un paisaje algo siniestro donde se ven árboles y un río; les digo que ahora van a saber lo que es la verdadera maldad. El poeta queda sorprendido con mi destreza para dibujar; sé que quiere pedirme regalado el paisaje, pero no se atreve. La sobrina de Fer me pregunta que qué opino de los sombreros; entonces yo arruino el paisaje dibujándole un tosco sombrero en una de las esquinas. Luego todo cambia: estoy con mi familia en un saloncito alfombrado y lleno de almohadones; también están varias de mis primas. Doris les está contando la historia del hombre monstruo que vive en el Hotel Presidente de Cancún; todos la escuchan con mucho interés. Subo a un tapanco donde están guardados los libros de mi papá; empiezo a revisarlos y me decepciono, pues todos los que me interesan ya los tengo. Entonces descubro dos libros azules y largos de pasta dura: al sacarlos, veo que son Poe Tomo 1 y Poe Tomo 2. Los libros están forrados con una pasta extraña que resplandece. Al abrirlos, veo que el Tomo 1 trata sobre la historia de todos los presidentes gringos, mientras que el Tomo 2 tiene diversas ilustraciones de terciopelo en alto relieve: son duendes monstruosos trabajando en una mina. Bajo del tapanco y le digo a mi papá que me preste esos dos libros: él acepta; mi prima Laura me mira con cierta complicidad pues entiende que me voy a quedar con ellos para siempre. Mi prima es al mismo tiempo mi amiga Magdalena, y sé que luego me va a pedir uno de los libros, pero pienso vacilarla dándole el de los presidentes gringos. Doris guarda los libros en un morral hippie; entonces mi papá me dice que vayamos a ver si ya viene mi hermano Leo, quien en el sueño es un niñito. Doris y yo salimos a esperarlo a la entrada de la casa, desde donde se ve una loma de la que bajan varios autobuses. De uno de ellos baja mi prima Martha; está muy afligida pues dice que van a operar de una muela a nuestro primo Gerardo… Despierto.

lunes, 21 de agosto de 2017

21 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: soy invisible y estoy preparando un platillo que es a la vez una especie de constelación que da vueltas y vueltas frenéticamente. En cada vuelta agrego ingredientes y el resultado es una caleidoscópica mutación de colores y formas imposible de describir. Alrededor del platillo se ven rostros enormes que aprueban o desaprueban: son sacerdotes arcaicos; al único que reconozco es a Alberto Buzali. El movimiento se desacelera y al final aparece el mundo conocido: una mesa larga de madera rústica en la cocina de un restaurante muy antiguo: ahí va a aterrizar el resultado final del platillo que ahora está en una cazuela de barro. Veo que entre los ingredientes hay una canica que es al mismo tiempo la yema de un huevo muy pequeño como de codorniz… Despierto. Segundo sueño: voy en un vagón del metro que recorre las calles de la ciudad de México. Es muy noche y pasamos por avenidas vacías desde donde se ven edificios poco iluminados y parques desiertos. Yo estoy sentado en el último vagón que es enorme: hay pocos pasajeros y la mayoría de ellos van dormidos. Junto a mí hay dos hombres delgados: se parecen mucho, ambos usan sombrerito y bigote. Aunque no los conozco, se supone que somos camaradas y hay un vínculo misterioso entre nosotros. De pronto el vagón de metro se transforma en un autobús. Ahora recorremos una autopista que cruza pueblitos diversos; arriba hay luna llena. Veo una tienda rural donde venden cubetas y escobas, está medio oculta en un callejón poblado de arbustos. Nos rebasa otro autobús a toda velocidad: descubrimos, asombrados, que en ese autobús también vamos los dos hombres delgados y yo, aunque profundamente dormidos. Empezamos a discutir el significado de la visión; estamos bastante asustados. En eso pasa otro autobús diferente al anterior, va dando saltos bruscos: también en él vamos los dos hombres y yo, aunque esta vez despiertos. Empezamos a gritar y a brincar agitando los brazos, para que los otros yoes nos vean pero no lo logramos. Al poco rato nos rebasa un tercer autobús; esta vez es totalmente blanco, como artificial. Los pasajeros, aunque humanos, parecen muñecos: tienen los labios muy rojos, las miradas fijas y ausentes; ninguno de ellos es como nosotros. Entonces me doy cuenta de que el autobús en que viajamos se dirige al castillo de Drácula y que todo es parte de una película. Por anticipado, veo visiones de lo que se avecina: varios lobos monstruosos encadenados y una lluvia de tzitzimimes (el sábado, Doris habló sobre las terribles tzitizimimes en una clase de vampiros mexicanos). Luego todo cambia: es de día y estoy frente a una enorme superficie de cemento; a lo lejos se ven las montañas y un paisaje desértico. De la nada, se materializan varios automóviles de nube: cada uno de ello es, en el sueño, una de las películas clásicas de Disney (estos días, Doris y yo hemos estado revisando pelis viejas de Disney). Los automóviles empiezan a acomodarse en la superficie de cemento: descubro que hay líneas amarillas trazadas en el piso como si se tratara de un estacionamiento. El movimiento de los automóviles es fascinante: hacen coreografías y maniobras imposibles; veo que ninguno está tripulado. Quedan en la posición final, que supuestamente es la de mis gustos: en primer lugar están El libro de la Selva y Pinocho (que en realidad no son las que más me gustan). Todos los automóviles son del mismo tamaño, a excepción de Dumbo que es muy pequeño y que sigue moviéndose sin encontrar su posición final. De pronto Dumbo salta a mis manos: trato de atraparlo pero no lo logro, así que se funde en mi pecho… Despierto. Tercer sueño: Doris tiene de visita a unos extraños parientes que yo no conocía; son primos y tías muy serios, estrictos y silenciosos, como de otra época. Estamos todos desayunando en un café al aire libre lleno de vegetación: los parientes de Doris visten de blanco y son propietarios de un negocio en la Jardín Balbuena que se llama "Salón de enchiladas y lecturas literarias". Por la tarde debo dar una conferencia  ahí, y estoy nervioso pues no quiero quedar mal con los dueños. Todo mundo se va y yo me quedo haciendo los apuntes para la conferencia; un mesero me sirve café en una tacita blanca. Luego voy caminando por Lorenzo Boturini: me miro en el vidrio de un aparador y veo que tengo en la frente un pequeño círculo; se supone que es el “tercer ojo”. Comienzo a exprimirme el círculo: brota un hilo gris, largo y muy delgado que se retuerce; lo limpio con un pañuelo y entonces descubro que tengo los ojos muy rojos. Pienso que es de tanto llorar por Judy, mi perrita, que en paz descanse. Luego empiezo a volar: primero muy cerca del suelo, planeando y tratando de coordinar mis movimientos; luego cada vez más alto. Está oscureciendo: en el cielo se ven nubes espesas y moradas. Sigo elevándome pero me doy cuenta de que nadie me ve, así que grito. Paso por un edificio, en los balcones hay unas señoras tejiendo. Doy una vuelta por encima de la Delegación Venustiano Carranza, abajo hay transeúntes que me señalan, me da temor de que vayan a llamarle a la policía. Luego giro hacia un parque lleno de árboles, tengo que esquivar cables de luz y ramas demasiado grandes: cuando estoy demasiado alto, pienso que me va a ser muy difícil regresar… Despierto. 

miércoles, 16 de agosto de 2017

16 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: estoy en una casa extraña: subo a la azotea y descubro que es la casa donde viví de niño. En el borde hay un tinaco monstruoso; junto a él un artefacto triangular que supuestamente es la bomba de agua. Bomba y tinaco dan la sensación de estar vivos. De pronto, de un tubo de la bomba surge un enorme chorro de agua que llega casi hasta el cielo: empieza a llover y todo se llena de charcos; miro mis pies y veo que mis huaraches se están despintando. Bajo de prisa por una escalera de mano: ahora estoy en el gabinete de una cafetería antigua. Llega mi amigo Óscar Luviano; una mesera nos sirve dos tazas de chocolate caliente. Le digo a Luviano que hay dos clases de sueños: por un lado están los sueños planos que son muy lentos y un poco aburridos, pero que sirven para profundizar en emociones diversas; por otro lado están los sueños maraña, que son frenéticos y cargados de símbolos, aunque muy confusos. Luego vemos que en la pared del gabinete, a una altura como de tres metros, cuelga un letrero ovalado con una sola palabra, la cual no recuerdo pero que en el sueño tenía un significado contundente y revelador. Salimos de ahí; Luviano me lleva a unas escaleras que bajan: en los descansos hay puertas cerradas y en las paredes mosaicos con los nombres de personajes ilustres. Entonces me doy cuenta de que la cafetería donde estamos fue antiguamente una escuela colonial, y que varios héroes olvidados estudiaron ahí. Luego todo cambia: Doris y yo recorremos un paisaje lleno de islotes y bahías; hasta donde alcanzamos a ver, se divisa una tierra inundada en partes y un cielo gris que da una sensación de tiempo detenido. El lugar es extraño y fascinante; como la imagen que tengo en la mente de Terramar, el planeta inventado por Ursula K. Le Guin. El suelo de esta tierra es un musgo verde, muy sedoso y esparcido de manera regular como si fuera artificial. Conforme avanzamos, vemos montículos donde hay familias pescando o comiendo alrededor de manteles blancos. Llegamos a una zigzagueante vereda que sube: del lado izquierdo hay una pared altísima llena de plantas; del lado derecho un precipicio que da al agua. Me adelanto y llego a una parte muy estrecha, obstruida por una mujer que lee un libro y un señor bigotón que duerme; como no puedo pasar por ahí, decido saltar al agua, pero no veo si Doris me sigue. Luego estamos en otra parte de esa misma tierra, pero ahora en una especie de playa: con nosotros va un grupo de adultos y varios niños pequeños. Tenemos que cruzar al otro lado, pero el agua se ve muy turbia y no sabemos si hay alimañas que puedan hacernos daño. Un señor de lentes carga a un bebé; se supone que ese señor es el líder y que va a guiarnos por las partes donde el agua está más baja. Lo seguimos; en el agua hay flotando dados de juguete, ruedas y otros objetos. Llegamos a una parte estrecha: del otro lado se ve una ventana que sobresale del agua; nuestro objetivo es llegar ahí. El señor de lentes se adelanta; cuando entra por la ventana empieza a bañar a su bebé en una tina y nos dice que ahorita que termine va por nosotros en una lancha. Impaciente, decido brincar por el agua, a riesgo de que me pase algo: en dos saltos llego a la ventana, pero cuando entro, el señor de lentes y el bebé ya no están. Empiezo a sentir mucho frío, pues quedé empapado: el interior del lugar es ahora el departamento de Donceles donde vivió mucho tiempo mi amigo Timo en los 90s. Busco una toalla para secarme y descubro que todo está lleno de cachivaches y que un montón de libros se arruinaron con el agua... Despierto. Segundo sueño: voy caminando por las calles de una ciudad sitiada y vacía; parece que es la colonia Roma, pero diferente. Está amaneciendo; a lo lejos se escucha que estallan bombas y que pasan aviones. Me encuentro frente a la cantina "La Villa de Sarria" que está en la esquina de Campeche y Monterrey: unos barrotes impiden el paso, pero logro ver que en el interior hay varios soldados registrándolo todo. Me retiro en silencio, temeroso de que me descubran. Caminando entre sombras llego a mi recámara: se trata de una bodeguita paupérrima, con huacales en vez de muebles, un catre desvencijado y manchas negras en la pared. Cruzo un pasillo y ahora estoy en el patio de una vecindad: frente a mí hay una cerrajería de ladrillos rojos que parece estar cerrada desde hace años; sus dueños son dos hermanos que murieron en la guerra. Despierto y empiezo a anotar mi sueño para que no se me olvide; entonces me doy cuenta de que el cuaderno está lleno de fotos antiguas cuyas imágenes se mueven solas. Entre las imágenes de las fotos hay unas mujeres bailando cancán y un dragón llamado Williams que usa un sombrero negro y es hijo de Abraham Lincoln. De pronto estoy en casa; Doris me dice que un herrero va a arreglar la puerta de arriba, que no toque nada. Subo y descubro que la puerta está zafada de las bisagras y que impide pasar hacia el cuarto de servicio donde Lolita, nuestra perra, está encerrada. Después de batallar un rato, logro quitar la puerta y voy por Lolita, quien me recibe ladrando y moviendo la cola… Despierto.   

martes, 15 de agosto de 2017

15 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: Magda, la cantante de un famoso grupo musical, está de visita en México; varios de sus fans van a verla en un local underground donde está firmando fotos y presentando su último disco, el 4°, una obra maestra. La portada del disco es negra con letras moradas: no recuerdo el nombre del grupo, pero en el sueño sonaban como los Cocteau Twins, aunque más tenebrosos y con muchas percusiones electrónicas bastante complejas. El local donde nos encontramos es muy extraño: las habitaciones flotan entre una luz rojiza de cabaret; los muebles están destartalados y de las paredes cuelgan títeres grotescos. En un rincón, nuestra amiga Laura Mónica está con sus actores, ensayando una obra de terror que va a presentarse ahí como parte de las actividades. Magda es una mujer alta, extranjera, usa lentes oscuros y fue esposa de Frank Zappa: trato de acercármele, pero la bolita de gente que la rodea no me deja pasar; necesito preguntarle si quiere que presentemos su disco en el Film Club Café (en el sueño yo trabajo para Raúl Ojanguren). En eso llegan unos punks del Chopo y dicen que ellos pueden conseguir el disco a $20, pero sólo a los que pertenecen a su mafia: de inmediato instalan un escritorio donde hay que anotarse para hacer el pedido. Varios de los que están ahí corren a formarse frente al escritorio de los punks; yo siento que están traicionando a Magda, pero aprovecho para acercármele. Luego vamos a bordo de un autobús: estamos recorriendo el periférico rumbo a Ciudad Satélite; no hay nada de tráfico pues es muy noche. Magda va conduciendo el autobús, está vestida de enfermera. Por las ventanillas se ve que las casas todavía están en construcción, como si fueran los tempranos 60s; en el sitio donde ahora está el parque Naucalli, hay una niebla que borrosamente deja ver a varios brontosaurios bebiendo en un lago rodeado de palmeras gigantes. Magda se aleja del volante pero el autobús sigue solo su marcha; yo estoy en la parte trasera, con unos muchachos de secundaria que me admiran porque acabo de cumplir dieciocho años. Entonces veo que estamos a punto de llegar a las torres de Satélite, donde tengo que bajarme (la casa en que viví de niño está a unas cuadras de ahí, también está ahí actualmente el Film Club Café). Magda abre la puerta trasera del autobús y yo bajo rebotando, cual si fuera una pelotita de goma. Miro hacia arriba: la parte baja del autobús pasa en cámara lenta como una gigantesca nave espacial… Despierto. Segundo sueño: estamos desarmando la recámara donde dormía de niño: hay varios muebles despedazados y un espejo que hay que quitar de la pared. Mi hermana Vero me ayuda en la tarea; para que el espejo no se haga añicos, tenemos que ponerlo sobre unos rieles de plástico. En el clóset se ven varias de las camisas a cuadros que acostumbraba usar en la adolescencia; están perfectamente dobladas y planchadas, y pienso que podría volver a ponérmelas. Después de mucho esfuerzo, logramos quitar el espejo: en la pared queda un rectángulo blanco que da miedo. Sobre un mueblecito está la maqueta del salón de clases de la actual Escuela de Escritores: se ven a detalle las sillitas y el pizarrón en miniatura; es un trabajo asombroso. De pronto entran a la recámara mis alumnos de Narrativas: están mirando con extrañeza el rectángulo blanco y me piden que les proyecte una película (anoche, en la clase, les pasé animaciones y algunas imágenes sobe la Inglaterra Victoriana). De la nada, aparece en el rectángulo blanco la animación de un ama de casa zombie, vestida a la usanza de los 50s: está muy atareada haciendo los quehaceres domésticos. Me dirijo a la parte de la recámara donde solía dormir mi hermano Leo: en el lugar de su cama hay un sillón grande y bastante cómodo al que sólo le falta uno de los reposabrazos. Arreglo el sillón y decido regalárselo a Córdova Just para la nueva escuela. Entonces la escena cambia: estoy con Córdova Just en una oficina de Polanco, desde cuya ventana se ven muchos parques llenos de sol; él está plácidamente sentado en el sillón recién arreglado, me dice que es comodísimo y me hace con la mano la señal de "like". Salgo a la calle, en un local de comida me acercan una charolita con varios cactus en miniatura: me como dos sin preocuparme por las espinas (ayer, en la Librería Icaria me dieron dos deliciosos biscochos en miniatura). Llego a un parque en declive donde Doris me está esperando; nos sentamos en el pasto frente a un mantel. Junto a nosotros está Cosme Álvarez, diciéndonos que él tiene treinta perros y que es muy difícil organizarlos. Entonces pasan dos señoras francesas, gordas y algo ridículas; tras ellas va una hilera de perritos de varios tamaños que ladran a todo pulmón (anoche, antes de dormirme, leí "Los buenos servicios", el cuento de Cortázar). Cuando las francesas y los perros se alejan, vemos que dejaron una serie de destrozos en el pasto: cacas, trapos desgarrados, huesos. Cuando nos damos cuenta, las señoras y los perros están a punto de llegar a un montículo del parque donde hay una rueda de perros, entre ellos nuestra Marnie y nuestra Frida. Nos asustamos pues todos los perros están en actitud de ataque, gruñendo y con los pelos erizados: detrás de la rueda de perros (más de cincuenta) hay unos guardias y en medio de todo, un árbol lleno de frutas rojas. Nos levantamos y corremos para evitar la batalla: entonces las francesas y los perros se desvían, haciéndonos sentir un alivio enorme… Despierto. 

lunes, 14 de agosto de 2017

14 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: Doris y yo vamos a comprar un tiempo compartido en un barco terrestre. Recorremos el lugar: nos asomamos a los departamentos del primer piso, son grandes pero muy ruidosos y por las ventanas pasa gente que se asoma a curiosear. Subimos por un elevador a los pisos superiores. Los departamentos de arriba son más tranquilos, pero ya todos están ocupados: en uno hay una señora en camisón peinándose frente a un espejo; en otro un legionario viendo la tele. Desde el pasillo se mira un horizonte de tonos pasteles surcado por gaviotas y nubes. Bajamos por unas escaleritas secretas, en uno de los descansos hay una delgada puerta sin cerrojo. Nos asomamos: se trata de una habitación lúgubre y llena de polvo; pienso que estaría perfecta para dormir sin interrupciones. Seguimos bajando: las escaleritas secretas dan a un baño pequeño, lo cual se me hace extrañísimo y poco práctico. Ese baño está conectado con el baño de la Librería Icaria, que en el sueño es muy diferente al baño de la realidad. Se trata de un pequeño gabinete lleno de cajas con libros; del techo cuelgan prendas de ropa tropical y en las paredes hay adornos diversos: un sapo de barro, un colibrí de cristal que gira emitiendo destellos multicolores, un grupo de duendes blancos en relieve, haciendo tareas diversas. Salgo por una puertita: Itzia está enojadísima pues alguien se robó la escultura que le había regalado Emilio Azcárraga (en mi sueño, Emilio Azcárraga es un escultor famoso). De pronto estamos en el amplio comedor del barco, donde varios hombres elegantísimos están escuchando una conferencia de Mario Todd. En la mesa hay azucareras de porcelana y cohetes espaciales a escala (por estos días, Todd inicia un curso sobre cine de ciencia ficción). Entonces me doy cuenta de que estoy muy fachoso y salgo corriendo a cambiarme de ropa: en el primer departamento que visitamos están nuestras maletas; se nota que alguien las estuvo esculcando, lo cual me da mucho coraje. Despierto, y cuando estoy buscando el cuaderno para escribir el sueño, veo que la pluma, moviéndose sola cual bailarina de ballet, está escribiéndolo ya… Despierto de verdad. Segundo sueño: me encuentro en un lugar extraño, parecido a un almacén; tengo que ir a trabajar al Hotel Jardín Amazonas (un hotel donde trabajé varios años a finales de los ochentas), pero todas mis camisas están arrugadas y no me da tiempo de plancharlas. Entonces recuerdo que ya no trabajo ahí y que Doris va a pasar por mí para que vayamos a dar clases a una escuela nueva. Doris llega manejando un volkswagen: me subo y recorremos varias calles rumbo a la salida a Cuernavaca. Cuando por fin llegamos a la nueva escuela, descubrimos que se trata de un enorme templo pagano en medio del bosque. Es de noche, hay muchísima gente y se está celebrando un bailable. Las parejas están en hilera y hacen movimientos lentos; entre los bailantes están mi hermana Vero y su marido, algunas de mis primas mayores y un montón de fantasmas. Suena una música fuerte, como swing metalero. Mabe Gaya y Eda Sofía bailan con dos hombres de los años 20s: les gritamos, pero ellas no nos oyen. Doris se va a buscar a nuestra amiga Itzeel. A mí me preocupa que se haya cancelado la clase, así que camino entre la apretada multitud buscando a alguien que me pueda ayudar. Llego a "la gerencia": se trata de una especie de diminuta cabina donde una disc jockey greñuda está tratando de desenredar los cables de sus tornamesas con una aguja de tejer. En los altavoces empieza a sonar una cumbia horrible y estridente; salgo corriendo y llego a una calle oscura donde hay gente formada esperando para entrar al bailable. Es un ambiente algo siniestro, como un film noir: hombres con sombreros que les tapan media cara, mujeres duras, negros del hampa; bajo la luz amarilla de los faroles, se ven varios coches toscos estacionados en las aceras. Decepcionado, decido regresar por Doris para irnos a casa. Entonces me topo con un par de chicas japonesas que bailan frente a frente: solamente se ven sus pies y sus cabezas volando en el aire... Despierto. 

domingo, 13 de agosto de 2017

13 DE AGOSTO DE 2017

Una presencia me invita a conocer la Casa de los Sustos. Me subo a un carrito de madera que empieza a avanzar lentamente: cuando cruza las compuertas giratorias, cierro los ojos. Estoy muy asustado, temerosos de abrir los ojos y ver monstruos, pero al mismo tiempo me da pena ser tan coyón. Me pego al lado derecho del carrito, para evitar que unas manos de tela -que no veo pero sé que están ahí- me toquen. Entonces el carrito empieza a bajar en espiral a una velocidad frenética, el corazón me late fuerte y sé que en el trayecto hay muchas escenas horroríficas, pero sigo sin abrir los ojos. Pasa mucho tiempo. Cuando por fin el viaje termina, me encuentro en una calle de Veracruz llena de palmeras y coches estacionados: es muy temprano y está a punto de llover. Aparecen varios niños pequeños y antiguos, cada uno montado en un carrito de madera: cuando se enteran que no abrí los ojos durante el viaje se decepcionan un poco, pero me dicen que lo comprenden, que a ellos les pasó lo mismo. Luego estoy con mi amigo el Peter, quien en el sueño nunca ha probado el sushi: lo llevo a un local donde, además de vender el mejor sushi de la ciudad, pasan películas antiguas. Al entrar vemos que hay mucha gente, hay que formarse para que nos tomen la orden y nos entreguen los sushis. Le digo al Peter que aparte una mesa: de pronto aparece una hilera de mesas que nos estorban el paso; son como un animal vivo, aunque inmóvil. Peter pone sus libros en la primera mesa; noto que uno de ellos es la historia de Focus, la banda holandesa de rock progresivo (hace algunas semanas, el Peter sugirió Focus 3 como "disco del día" en Radio Fu Manchú, mi grupo progre del Facebook). En la portada del libro está la cara enorme de Thijs van Leer que es al mismo tiempo mi tío Víctor. La fila avanza; en la barra de entregas, mi ex alumna Marichuy nos da una charola con los sushis y nos dice algo en japonés que no entendemos. Al dirigirnos a nuestra mesa vemos que está ocupada por varios intelectuales barbones que nos miran sonriendo y nos preguntan si estorban; les decimos que no, pero nos vamos al extremo del local donde están los gabinetes. Por la ventana se ve un paisaje selvático en blanco y negro: se trata de una película. Nos sentamos. El Peter no sabe usar los palillos, cree que son catapultas para lanzar los discos de sushi al aire y atraparlos con la boca; le explico cómo usarlos, y en un santiamén se come tres rollos de sushi él solito. De pronto todo cambia: estoy en la casa de Boulevares donde viví de niño; frente a mí hay una enorme pantalla de computadora dividida en dos partes. Del lado izquierdo de la pantalla hay un rectángulo donde estoy dibujando una clase muy difícil que tengo que dar en la Escuela Mexicana de Escritores; del lado derecho hay una pequeña ventana que muestra el simulador de vuelo de un avión caza: para aterrizar sin problemas, debo hacer que dos agujas coincidan, lo cual es muy difícil. Para terminar de preparar la clase tengo que grabar varias animaciones en un dvd, pero la computadora es muy vieja y no tiene quemador. Salgo a la calle: frente a la banqueta hay un enorme camión blanco estacionado; se supone que es de mi mamá, pero yo nunca lo había visto. Abro el cofre del camión, junto al motor hay un compartimiento para grabar dvds. Meto un dvd virgen: para programar la grabación, tengo que ir a otro compartimiento de la guantera donde hay una pantallita negra. Hago la programación: calculo que el dvd tardará unos veinte minutos; regreso a la casa a terminar de trabajar, pero Doris está usando la compu y me dice que mientras me ponga a leer. Vuelvo a salir a la calle para ver si ya se grabó el dvd, pero se safó una pieza y hay que volver a empezar todo el proceso. Me trepo al camión, del lado del conductor: está muy alto y afuera todo se ve borroso, como a través de una seda blancuzca. Entonces el camión empieza a girar y choca con otro camión que está estacionado en la banquta de enfrente: yo quedo atrapado entre los dos y pienso que a lo mejor me rompí algo, pero no quiero que Doris se asuste. Salgo arrastrándome, y veo que en medio de la calle hay dos horribles anunnakis tirados, tal vez muertos… Despierto. 

jueves, 10 de agosto de 2017

10 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: estoy acostado bocarriba en el piso de un salón vacío. Impulsándome con los pies empiezo a recorrer todo el lugar: el suelo está muy limpio y en el techo hay dibujos arcaicos casi imperceptibles. Oculta detrás de la puerta, una mujer pájaro me observa. Luego el escenario cambia: ahora me encuentro en la casa de Gina y Alberto que es una torre. Me encerraron en la parte de arriba, en una habitación que tiene ventanas de cristal en las cuatro paredes. Afuera se ven muchísimos edificios; en un balcón hay unas señoras cuchicheando y señalándome. Abro el cajón de una cómoda que está lleno de tarots: veo que son muy hermosos, aunque algo terroríficos. Saco un mazo y me dispongo a extenderlo: para que no me vean las señoras del balcón, cierro las persianas que dan a ese lado de la calle. Entonces entro a una especie de juego de piratas: una estructura grande de cristal y aluminio con compartimientos, en cada uno de ellos cabe la estatua de un pirata del tamaño de una persona. No puedo ver quién es el contrincante, pero cada vez que éste mueve uno de sus piratas, puedo colocarme en el compartimiento que quedó vacío. Ignoro si voy ganando o perdiendo; afuera se ve un barco pirata disparando sus cañones… Despierto. Segundo sueño: nuestra amiga Chulis va a celebrar su cumpleaños y quiere hacer una fiesta temática; el tema elegido es Pink Floyd. Yo estoy en la sala de su casa, viendo en la tele un documental sobre Pink Floyd: empiezan a cantar "Free Four". Le pregunto a Chulis si le gusta esa rola y me dice que nunca la había escuchado; pienso que entonces no es tan fan de la banda y se me hace raro que haya escogido ese tema para su fiesta. Llega Doris y le da a Chulis un caset de George Harrison, luego me dice que los perritos no tienen comida. Salgo a la calle a comprar la comida, pero como es muy noche, sólo encuentro un macabro minisúper que está a punto de cerrar. Adentro hay personas formadas en la única caja y en el aparador un gordo monstruoso corta rebanadas de jamón con una máquina. Paso a uno de los pasillos: está muy oscuro y no logro ver el sabor de los sobrecitos de alimento, así que tomo dos al azar. Cuando llego a la caja, descubro que en mi monedero, además de monedas, traigo piedritas y papeles arrugados. La cajera me dice que son $30 de los dos sobrecitos, y veo que le están subiéndole $5 a cada uno pero decido no protestar. Cuando estoy a punto de pagar, una mujer empieza a gritar: "¡salita! ¡salita mineral!", mientras señala el sillón blanco e inmaculado que está en la entrada de la tienda… Despierto. Tercer sueño: estamos Doris y yo en la grabación del episodio de una serie. El lugar es una especie de hangar enorme lleno de compartimientos donde hace muchísimo frío. En un rincón hay un camerino improvisado, repleto de ropa corriente; en otro extremo está el equipo de grabación, ajustando cámaras y reflectores. Por todas partes hay actores y técnicos, preparándose. Ya nos tenemos que ir, pero nos preocupa que las actrices, nuestras amigas Magdalena e Ingrid, salgan muy noche y no encuentren como llegar a nuestra casa. Doris me dice que nos esperemos, que ya terminaron y nada más falta que les quiten el maquillaje. Entro a una casa de campaña: se trata de un cubo inflable de plástico que respira. Noto que en una de las esquinas del cubo hay una grieta mal cosida por donde se escapa el aire y eso me saca mucho de onda. Salgo a dar la alarma: en el camerino, Magdalena e Ingrid están guardando sus cosas en una mochila. Del otro lado hay unas gradas donde el actor Aldo Grajeda les narra a un grupo de personas sus viajes por el mundo; al final exclama que está muy orgulloso de ser americano… Despierto. 

lunes, 7 de agosto de 2017

7 DE AGOSTO DE 2017

Me encuentro en el patio de la casa donde viví de niño: todo está lleno de cuerdas con sábanas colgantes de diferentes colores que forman un laberinto. Debajo de una de las sábanas hay una larga mesa con varios platillos servidos; también hay libros y cuadernos diversos. En la base de una torrecita de cuadernos hay una pequeña libreta negra, muy lujosa; al abrirla descubro que son los apuntes de mi amigo Eduardo Parra quien acaba de irse. Además de párrafos manuscritos, hay dibujos y garabatos; en el centro de una de las páginas está escrito “Faulkner” con letras grandes. Entonces del cielo empieza a caer la prosa de Faulkner: se trata de una lluvia de diminutas esferas muy sutiles que al tocar las sábanas se convierten en palabras que no entiendo… Despierto.  

domingo, 6 de agosto de 2017

6 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: estoy en un restaurante que se encuentra en lo alto de un edificio y desde dónde se ve toda la ciudad. Llega mi abuelito, vestido como pordiosero y acompañado de una niña pequeña. Me da mucha pena que me vean con ellos, así que los siento en una mesa oculta tras una columna. Luego le doy un billete de a mil al mesero y le digo que les den sopa y lo que alcance; a mí abuelito le digo que voy a salir a hacer algo y que regreso en unos minutos. Bajo a la puerta de entrada del edificio y para salir me escurro como ladrón, pegándome a la pared, y sin intenciones de regresar. Cuando camino unas calles, me doy cuenta de que estoy en La Florida, Naucalpan. Luego publico en el facebook lo que acabo de hacer y de inmediato empiezo a recibir comentarios desaprobatorios que me hacen sentir culpable... Despierto. Segundo sueño: me encuentro en la entrada de una gran carpa al aire libre; alrededor se ven árboles tropicales y cabañas. Están a punto de servirme el desayuno, así que paso a la carpa y me siento tras una mesa larga. Frente a la mesa hay una vitrina con muchos objetos, entre ellos un montón de discos LP. Llega un viejo gurú y se sienta a mi derecha, le señalo los discos y le digo que son míos. Él los empieza a revisar, son discos de los Beatles: en las portadas tienen fotos nunca antes vistas, entre ellas unas de Lennon y Harrison vestidos de astronautas. Al leer las contraportadas de los discos, descubrimos que toda la información es falsa y que está muy mal redactada; el gurú empieza a carcajearse. Llega mi mamá, se sienta con nosotros y pregunta si los de Liverpool (la tienda) dan donativos para salvar a las focas. Entonces llegan varias focas verdes, semitransparentes y muy pequeñas: empiezan a trepársele a mi mamá hasta la cabeza. De pronto todo cambia: voy con Doris caminando por la parte baja de una loma; cuando llegamos arriba, vemos que estamos en la curva de una autopista y que varios carros y camiones pasan zumbando a toda velocidad. La autopista se convierte en un carrusel; Doris y yo empezamos a volar juntos, dando vueltas como una hélice. Abajo se ve una caseta de cobro: les grito a los empleados que nos esperen, que en cuánto bajemos les damos nuestra cuota… Despierto. Tercer sueño: estoy en casa de Diana Arteaga, el hada madrina de nuestros perritos; le digo que voy a dejar un pequeño soldado galáctico en la calle y que es muy probable que empiece a correr como loco de un lado a otro, disparándoles a todos los vecinos en los pies. Ella me dice que no importa, que los disparos del soldado, que es del tamaño de mi meñique, no duelen nada. Me despido de Diana y me voy rumbo a la casa: en el camino unos señores hablan acerca de una tromba que arrasó con varias casas de la colonia; dicen que hay muchas inundaciones. Yo pienso que tal vez están mintiendo pues no ha llovido. De la entrada del retorno se acerca una pareja empujando una carriola: al asomarme a ver al bebé, lo que encuentro es un libro sobre Japón, escrito por Aurelio Asiain. Quiero preguntarle a la pareja dónde consiguieron el libro, pero me da pena. Sigo caminando. Antes de llegar a la casa veo que los vecinos de junto están construyendo una especie de torre: en lo alto hay un andamio con una tabla larga donde varios hombres clavan clavos. Al ver a los hombres empiezo a sentir mucho miedo, pues sé que si se caen se matarían al instante. Entro a la casa y, desde un patio interior (que no existe en la realidad), miro hacia arriba: en la tabla donde estaban los hombres ahora hay un gato caminando. Luego entro a una bodega alfombrada, llena de cubetas y otros objetos de plástico; conmigo están Doris, mi hermana Vero y mis primas Claudia y Marcela (que en el sueño también son mis hermanas). Marcela saca de la pared una bolsita del súper: en su interior hay una carta de nuestro papá, a quien no conocemos. Cuando Marcela comienza a leer la carta, llega a mi mente la imagen de ese papá: es alto, usa un traje azul y tiene un bigotito delgado; se parece mucho a Walt Disney de joven. Entonces volteo la vista hacia uno de los extremos de la bodega: me sorprende descubrir una depresión que termina en una abertura como de alcantarilla, desde donde suena agua que corre, ruidosa. En la pared interior de la alcantarilla hay un largo foco fluorescente que da una luz blanca, irreal: temo asomarme, pues sé que en el fondo viven varias cucarachas gigantes. Le digo a Doris que tenemos que tapar urgentemente esa abertura, o por lo menos ponerle tela de alambre para que no se vaya a caer alguno de nuestros perritos… Despierto. Cuarto sueño: estoy en una placita de donde parten varias callejuelas retorcidas: en medio hay una iglesia como de cuento de hadas. De una de las callejuelas se acerca una peregrinación a la Virgen del Rayo que es, al mismo tiempo, el público de un festival literario internacional. Entre los numerosos marchantes van los poetas Rubén Chávez y Oscar Santos; también va la representante de la revista Pasamano (ignoro si tal revista existe): se trata de una mujer madura de lentes a quien no reconozco. Con el grupo van marchando malabaristas y saltimbanquis, algunas bailarinas de ballet gordas y un poco ridículas. En otra de las callejuelas hay un puestecito de pasteles gourmet, rodeado de gatos y atendido por Tania Campos. De pronto todo cambia: Doris, Alina, Roberto Sepúlveda y el actor Ben Kingsley estamos afuera de una lujosa y enrome casa de campaña; también hay varios beduinos con sus camellos y un grupo de señoras con rebozo que rezan. Es muy temprano y nos rodea un bosque espeso. Aunque no se ve, sabemos que en el interior de la casa de campaña está nuestra amiga Toni Rodríguez, recuperándose de una enfermedad. Hay una sensación de calma después de la batalla, pero también de expectativa: en la entrada de la casa de campaña hay un mueblecito con hermosos frascos que contienen medicinas líquidas de colores diversos. Entonces Doris y yo nos dirigimos al extremo de la casa de campaña, y por un hueco empezamos a llamar a Toni con vocecitas chillonas para molestarla... Luego Sepúlveda y yo estamos en un escenario como de videojuego: él me está dando unas largas cajas de metal que guardaremos en la caja fuerte. Sepúlveda abre las cajas, están repletas de fajos de dólares de denominaciones muy altas. Le digo que es una fortuna y él me comenta que la mitad del dinero es para que su hermana se vaya a vivir a Europa. En una de las paredes hay un dispensador de chicles marca "Alice Cooper", pero al darle la vuelta a la manivela, descubrimos que no funciona… Despierto. 

viernes, 4 de agosto de 2017

4 DE AGOSTO DE 2017

Estoy con mi tío Víctor en un porche que da a un campo arbolado. Es de noche pero hay una luz extraña, como de otro planeta. En el sueño sé que mi tío está muerto y me da mucho gusto volver a verlo. Mi tío me explica la importancia de ver las hojas de los árboles: entonces las ramas de los árboles se mueven; luego me dice que hay que ver el cielo y entender las estrellas. Antes de irse, me dice que detrás del cielo hay muchísimos platillos voladores, pero que sólo podemos verlos cuando ellos quieren… Al final veo como mi tío Víctor se aleja por una vereda; me da tristeza, pero también una sensación de paz. Luego todo cambia y estoy revisando un catálogo de libros en mi PC. Aparecen muchos títulos de obras pertenecientes a los testigos de Jehová, pero sé que detrás hay otras cosas ocultas: en un link secreto, encuentro un libro que se llama Cine, donde Clint Eastwood narra sus experiencias como director. Se abren varias fotos de Eastwood en diferentes épocas. Cuando estoy a punto de pedir el libro en línea, me doy cuenta de que me encuentro en la habitación donde dormía mi hermana Vero cuando éramos niños. En el centro de la habitación hay una cama enorme donde unos tíos (no sé cuáles) me dejaron encargada a su bebita recién nacida. Saco a la bebita de una bolsa de tela roja y veo que es diminuta, como del tamaño de mi mano; la coloco en el centro de la cama: alrededor hay varios llaveros, prendas de ropa, juguetes y un teléfono celular caro que lanza luces. La bebita está dormida, pero se retuerce mucho: tiene los ojos hinchados y el pelo muy negro. De pronto empieza a defecar una caca enorme y rarísima, como un trapo hecho bolas: junto al trapo hay un ratón casi del tamaño de la bebita y yo no sé si también lo cagó, lo cual me preocupa mucho. Entonces pienso que no, que el ratón estaba también en la bolsa roja y que el tiempo que pasó junto a la bebita, hizo que ésta fortaleciera las defensas de su organismo. De todos modos decido no mencionar al ratón cuando tenga que entregar a la bebita… Despierto. 

miércoles, 2 de agosto de 2017

2 DE AGOSTO DE 2017

Primer sueño: estoy en Echegaray: hasta donde alcanzo a ver, la colonia está inundada y los vecinos han construido puentes para pasar de una casa a otra. Le llamo por teléfono a Juan Bobadilla y le pregunto si está bien; él me contesta que ya se fueron los buenos tiempos. Luego entro a la habitación donde dormía de niño: un maestro de ceremonias está cubriendo los muebles con sábanas blancas. Una tarántula pasa corriendo hacia una de las esquinas que está tapada con las sábanas; cuando quito la sábana, la tarántula ya no está y me da mucho miedo. Busco al maestro de ceremonias para avisarle, pero está afuera, en una cocina, ayudándoles a Doris y a mi mamá a preparar el desayuno. Luego todo cambia: estoy en una cápsula de tiempo que es como un ataúd transparente: el tiempo que permanezca ahí estaré vivo, sin importar si son siglos. Cuando deseo algo (un libro, un cuaderno, una lata de jugo), aparece automáticamente en mi mano… Despierto. Segundo sueño: estoy en una sala grande y oscura, llena de muebles chuecos; me acompañan varias mujeres feministas que no reconozco. Estamos viendo un documental en una pantalla: aparecen escenas de dos hombres de los 70s hablando, un ratón de trapo que con una varita de mago va presentando las diferentes secciones del programa; no entiendo nada, pero temo preguntar. Sé que las feministas son muy pesadas y que debo ser muy cuidadoso con lo que digo para no ofenderlas: como está oscuro, pregunto si no quieren que prenda la luz; una de ellas me dice que sí. Intento encender la pequeña lamparita que descansa sobre un buró, pero el foco está fundido; luego comienzo a trepar lentamente por una montaña de ropa, tratando de pasar desapercibido. En la cima de la montaña, junto al techo, están Ese Tony y Lili Gómez, muertos de risa: sin hablar, me hacen saber que en la bolsa de mi chamarra hay una linterna de pilas. De pronto aparece en la sala Arturo Duarte, alias don Corleone: está enfurecido y empieza a patear sillas a diestra y siniestra, hasta que una feminista grande, rapada y algo monstruosa lo saca de ahí de un empujón… Despierto. Tercer sueño: estoy en las afueras de una cabaña de troncos; hasta donde llega la vista hay un impresionante paisaje montañoso como de cuento de hadas. Hacia abajo se ve un río y unas praderas donde hay gente desperdigada. Entro a la cabaña: se trata de la Librería Icaria, pero que ahora está asociada al Film Club Café. Itzia me dice que los Tolkiendili acaban de programar ahí un evento sobre Tolkien, que según ellos van a llegar 50,000 personas y que no saben dónde van a acomodarlas; le contesto que están exagerando. Entonces me pregunta si no tengo algún curso para el evento: le digo que podemos organizar una lectura guiada de El Señor de los Anillos. Salgo a una especie de merendero que está entre los árboles: las mesitas de madera son redondas y muy pequeñas. Hay personas comiendo sándwiches, otros abren paraguas pues no tarda la lluvia. Llega Beto Baeza, uno de mis amigos de la universidad, y me dice que me andaba buscando para darme algo; saca un sobre pequeño y me lo entrega. Al abrirlo veo que es hierba de hobbits: le digo a Beto que tiene mil años que no fumo. Luego hablamos acerca de Luis, otro amigo de la universidad; Beto me dice que no sabe nada de él, que ni siquiera sus hermanas lo han visto. Bajo hacia el río: unos muchachos rubios están organizando un partido de futbol americano. De pronto puedo estar en dos partes al mismo tiempo: en medio del partido de fut y en la mesita redonda, donde tengo que escribir los objetivos de la lectura guiada para entregárselos a Itzia. Entonces llega una señora y se sienta en la mesita, pensando que es una silla; yo me levanto y camino por los alrededores de la cabaña. Veo que en un tronco está mi perrita Marnie, durmiendo; se me hace muy raro verla ahí. Luego estoy en un cuarto oscuro, la parte secreta de la cabaña: hay puertas, sillones de ramas con hojas y goteantes tuberías orgánicas repletas de hongos. Hace frío. En ese momento me doy cuenta de que estoy soñando: al tratar de tocar uno de los hongos, me despierto.

martes, 1 de agosto de 2017

1 DE AGOSTO DE 2017

Estoy ordenando documentos en una oficina vacía: es muy noche y ya debería estar durmiendo. Me asomo por una ventana: a lo lejos pasa volando un grupo de vampiros; pienso que van hacia Guatemala. Salgo por un pasillo; llego a otro espacio iluminado donde Liliana Bretón y Edgar Ríos están trabajando detrás de sus escritorios. Edgar me dice que ya me autorizaron un mes de gasolina para mi automóvil. Veo el automóvil: es un ser orgánico, enorme y anaranjado que escurre líquidos; está estacionado afuera del café El Turco de la colonia Narvarte. Luego estoy caminando en otra parte de la ciudad que no conozco: ya es de día; hay muchos árboles y edificios radiantes. De pronto pasa corriendo un niñito frente a mí, cruza la avenida a toda velocidad y por poco lo atropella un camión. Unas señoras comentan que el niñito lleva varios días corriendo sin parar. Llego a Metro Balderas, aunque el sitio es totalmente diferente: la estación es como un aeropuerto y en las paredes hay unas repisas muy pequeñas que bajan a los pasajeros de uno en uno, de pie, hacia los túneles. Me asomo por el hueco donde entran las repisas: abajo se ve un espacio enorme y oscuro que da mucho miedo. Luego todo cambia: estoy con Doris en el restaurante de un hotel; esperamos a unas personas importantes que van a desayunar con nosotros. Hay mucho movimiento: meseros ruidosos, mujeres que pasan de prisa, señores leyendo el periódico y bebiendo café. Salgo a un jardín muy largo que tiene un caminito de piedra; recorro el caminito y llego a una entrada grande, desde donde se ve una plaza rodeada de edificios con techos de dos aguas. Enfoco la vista hacia los techos: descubro que varios ciclistas corren por ahí, a riesgo de caerse y matarse. De pronto aparece un patín del diablo manejado por un chico: junto a él hay tres perritos acomodados de manera muy extraña, como en un rompecabezas. Pasan frente a mí a toda velocidad, volando casi sobre el caminito de piedra: llegan al final y dan la vuelta en un ángulo de noventa grados. Pienso que a Doris le van a encantar los perritos… Despierto.

17 DE FEBRERO DE 2019